
Si la vida es corta
y la esperanza larga, otro tanto ocurre con el arte, por lo que no tuvieron que
calentarse mucho el intelecto cuando se citaron para planificar a la luz de una
farola la actividad que pensaban llevar a cabo.
Y se pusieron de
acuerdo antes de lo esperado, intentando sembrar en tierra firme algo que les
garantizase plenamente los proyectos así como las satisfacciones. Tras la concienzuda
deliberación se inclinaron por algo grande, exótico, seductor, meterle mano a la
escritura creativa, aunque alguien masculló entre dientes algún exabrupto, ejecutando
la labor de leer poemas al viento navegando en un velero, y lanzar versos a la
mar o introducir en botellas dulces misivas, íntimos recados o avisos a
navegantes.
Era desde tiempos
inmemoriales el sueño no confesado de Avelino.
Para ello se citó
con los ojos cerrados con el grupo, cuyos objetivos coincidían con la letra
pequeña de lo que buscaba, y la ocasión la pintaban calva.
¿Qué mejor aventura
que volar por el universo marítimo, mientras la mente construye mundos,
personajes, verdaderas vidas, o incluso acometer andanzas quijotescas la mar de
difíciles que quiten el hipo al más pintado como si se fuese cabalgando por la
ancha Castilla?
Todos estaban de
acuerdo. No cabe duda de que el velero era uno de los medios más propicios y soñados
para llevar a cabo tan apasionante aventura cruzando los mares viento en popa,
cual piratas esproncedianos, hilvanando con la pluma las más variopintas historias,
escenas, avatares o pálpitos, pintando los procederes y sentires de lo más
recóndito de los humanos.
Y mira por dónde lo que
se había soñado se palpaba, acordando el grupo al unísono alquilar un velero
para tan envidiable e insigne periplo, haciendo una travesía por la blanca
espuma volando sobre las olas impregnando en las cuartillas tragos de vida y
esperanza, sentidos retazos de almas, sufridas ausencias u hondos latidos insertados
en las entrañas de miradas, sueños o corazones partíos derramando amor o
desamor en frías noches de invierno.
El punto de
encuentro para el embarque figuraba lo suficientemente señalado, y el GPS detectaba
el enclave en el puerto con pelos y señales no dando pie a error alguno, sin
embargo los elfos o duendes del bosque humano interfieren a veces subrepticiamente
en los más elementales procesos de las criaturas, hurtando a quemarropa los datos
más delicados y mejor guardados.
Mas como no es oro
todo lo que reluce, acaeció que el susodicho evento cultural no aparecía por lo
visto en su horóscopo hasta el punto que llevando en la mochila los trastos de
escribir y otros enseres ad hoc junto con los poemas limpios de polvo y paja,
resultó que sin saber cómo se convirtieron los sueños en agua de borrajas,
tomando una ruta equivocada.
El imperioso impulso
de Avelino por lograrlo le llevó a involucrarse hasta la médula con el grupo en
la anhelada velada marinera, el soñado velero poético, mas los procelosos avatares transmutaron
el destino emulando al mito de Tántalo, siendo torturado por la sed teniendo
tan cerca el líquido elemento en las aguas del Mare Nostrum, convirtiéndose las ilusiones en el Sueño de una noche de verano Shakespeariano.
Ya lo dice el
refrán, el hombre propone y Dios dispone, y si no que se lo pregunten a
Avelino, que conociendo cada palmo de los accesos al puerto de partida de la
vivencia creativa, donde se fraguaría el inicio de la gesta literaria, la explosión
de los fuegos artificiales de la lírica aventura, resultó que un malnacido intruso
se interpuso en sus planes modificando a todas luces el GPS con tan mala fortuna que lo arrastró
a un pozo sin fondo, embarrancando la estrófica barquilla.