miércoles, 19 de diciembre de 2018

Llamadas al teléfono fijo



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   Las llamadas al teléfono fijo le generaban a Lucinda no pocos quebraderos de cabeza, y daba que pensar por tener visos de una coartada, exhortando inflexible y tajante a allegados y visitantes a pasar olímpicamente de las llamadas.
   Con los desplantes a tan perversas llamadas, según sus palabras, retozaba altanera en utópica pradera rompiendo una lanza en pro de la tecnología punta ingenuamente, obligando al personal a utilizar el móvil en todo tiempo y lugar, erigiéndose en su más fiel portavoz, quizás por creer que fuese de superior linaje su voz, y no quería que nadie la adulterase o manchara con añejas telefonías de la época de sus ancestros rozando la xenofobia, dando pie a ser denunciada por odio o trazas de racismo al estar infringiendo los derechos más elementales de un ser vivo como nadie, dispuesto siempre a auxiliar a las criaturas sin distinción de raza, color o credo construyendo puentes, sobre todo a impedidos, ya que sin salir a la puerta de la casa se comunicaban a miles de kilómetros con el resto del universo.
   Con tales diatribas o desmanes ninguneaba Lucinda las justas aspiraciones de un medio tan necesario y familiarizado con el hombre como es el teléfono fijo, que no busca otra cosa que hacer la vida más fácil, mejorando las relaciones humanas.
   Pero como no hay mal que por bien no venga, como dice el refrán, un día sonó con todas las de la ley el fijo de su casa, y olvidando las estrictas medidas de seguridad impuestas por ella misma cae en el pecado y lo descuelga, escuchando a renglón seguido toda nerviosa y emocionada la buena nueva, "acaba usted de ganar un crucero alrededor del mundo", plagiando de algún modo la obra de Julio Verne "La vuelta al mundo en ochenta días", información que sólo daba la empresa concesionaria a los afortunados a través del teléfono fijo.
   Resultaba chocante que llamara precisamente a su puerta la diosa Fortuna, pese a ser tan remisa y negada a tales comunicaciones, pareciendo como si el mismo demonio intentase hacer una excepción para que recapacitase y no echara por tierra tantos sueños y años de investigación y sacrificio de las tecnologías en pro del progreso, no pudiendo congratularse o celebrarlo brindando con champán como cualquier hijo de vecino por los exitosos servicios, cuando su misión consistía en conectar a la gente llegando a los más inhóspitos lugares del globo, pueblitos entre sierras o peligrosos valles aportando preñados momentos de felicidad.
   La razones de tal felonía o acaso infantil testarudez habría que buscarlas en las raíces de una oscura u oculta trama con el cariz de cierto desengaño juvenil nunca desvelado, juntamente con ciertos tics estrafalarios o dictatoriales cerrando la puerta al padre de la comunicación universal, que tantas vidas ha salvado en la contienda diaria de la existencia.
   No sería un dislate pensar que hubiese urdido Lucinda un lobby de intereses creados que motivase tan extemporáneos afanes, a sabiendas de que podrían descubrirse las urdimbres llevándose a cabo un exhaustivo estudio de sus inquietudes y atropellados pasos por las fiestas principales de la comarca, Navidad, Semana Santa o el día de la patrona, investigando los entresijos de amistades, relaciones familiares y emociones que la embrujaban en tales situaciones, aquilatando en semejantes coyunturas los pros y los contras de estímulo y respuesta, como cuando se desgañitaba echando sangre por los ojos arengando a los presentes, cual capitán a la tropa en el campo de batalla abriendo fuego en defensa propia, tal como hacía Lucinda contra el fijo.
   Y aunque no viene a cuento calibrar aquí y ahora las cuantiosas pérdidas que su caprichosa torpeza haya ocasionado a la compañía, así como los sufrimientos y contratiempos a usuarios a lo largo del tiempo por la pertinaz hostilidad a la recepción de llamadas, no habiéndose solventado en la práctica hasta que llegaron los nuevos aparatos, los célebres móviles, no obstante vaya usted a saber cuántos S.O.S. dormirán en el fondo del océano por los inconfesables devaneos de Lucinda, no casando dicho talante con los nuevos vientos de Aldea Global que impera en el cosmos, o a lo peor eran unos emponzoñados impulsos de catarsis o venganza, negando el pan y la sal a quienes venían en son de paz, sirviendo de acicate para superar los más ásperos infortunios, que de cuando en vez asoman por los ventanales de la vida.
   En ocasiones ocurría algo inesperado, que satélites, astros o la misma naturaleza, rivalizando con los gallos, se confabulaban para llamar al fijo de Lucinda al amanecer mezclándose con el rocío de la aurora, y confundida Lucinda por el sueño que arrastraba en esos instantes y un ojo entreabierto lo descolgaba, quedando patidifusa al oír el dulce e inocente parlamento del nieto en la lejanía, entre el murmullo de las ondas y oleaje de los sentimientos que le aceleraban las pulsaciones corriendo riesgos innecesarios, deslizándose alguna que otra lágrima de alegría por la mejilla, y a malas penas descifraba las onomatopéyicas voces sintiéndose confundida, creyendo por momentos que la llamaban nada menos que de ultratumba, y otras veces imaginaba que sería algún emigrante arrastrado por el mar en busca de tierra firme, y finalmente, después de tan alocados y novedosos aconteceres se despejó el horizonte, oyendo al cabo con suma nitidez una voz infantil con acento extranjero:
   -Hola abuelita, grand mather, soy yo, ¿no me reconoces?, I´m your son in law, tu nietecito Braulio, que he aprendido a telefonear. ¿Cómo estás? Me alegro de oírte, bien pronto te veré. No te preocupes por mí, ah, mira, te doy un consejito, que por mí puedes tirar el móvil a la basura, hazme caso, porque con el fijo tenemos de sobra para trasmitirnos nuestro cariño. Un beso de tu nieto.
   ¡Cuánta alegría bullía en el corazón partío de Lucinda, escuchando los tiernos latidos del nieto a través de los cables del fijo, el único que durante tanto tiempo acariciaron harto felices y contentos sus antepasados, sacándolos en multitud de ocasiones de los mismísimos infiernos!
   -Abuela, por fa, no abandones nunca el fijo, ya que como dice su nombre, de fijo que te sacará las castañas del fuego en los últimos vaivenes del tren de la vida, siempre a tu lado en la mesita de noche o sala de estar, y sin problemas de batería u otras zarandajas. Abuelita, cuídate, y piensa que los niños y borrachos decimos la verdad. Te quiero, gran mather, oma mía.
   Cuando se vaya apagando, como una vela, su vida, los pálpitos del fijo le harán compañía reverdeciendo como en los versos de Machado, "Al olmo viejo, hendido por el rayo / y en su mitad podrido/ con las lluvias de abril y el sol de mayo/ algunas hojas verdes le han salido"...
    No cabe duda de que llevará siempre en el alma Lucinda los entrañables sorbos de vida que bebió enganchada al fijo pegando la hebra con amistades, encendidos admiradores o familiares, y rememorará la melodiosa y dulce voz de su mocedad, ahora un tanto malherida, cuando solicitaba a través del fijo discos dedicados en la radio para cumples u onomásticas de los seres queridos, o participaba en algún carrusel cantando villancicos, o entonando canciones en boga yendo de excursión como, "ahora que vamos andando, vamos a contar mentiras tralará, vamos a contar mentiras tralará..., por el mar corren las liebres y por el monte las sardinas tralará, por el monte las"...
   La última llamada del hospital al fijo de la casa para su intervención a corazón abierto, no tuvo respuesta. Y nunca más se supo de ella.

   

   

                                     


                                                                                                                                             



sábado, 8 de diciembre de 2018

Frutos





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   Leandro se pasaba las noches en vela dándole vueltas al proverbio, "obras son amores y no buenas razones", a cuento de darle sentido a su vida conquistando a Clotilde, muchacha casadera y de buen ver con unos marjalillos de árboles frutales en la villa.
  Leandro no hacía mucho que había enviudado de sus primeras nupcias, y quería rehacer su vida matando la soledad que le embargaba en los crudos días de invierno, amén de buscarle protección y cobijo a los dos retoños que había engendrado.
   Pero no las tenía todas consigo, tanto por parte de ella, que era muy cauta y quisquillosa, como por él mismo, que de la noche a la mañana le había brotado un raro bulto harto desagradable en el labio superior  tan voluminoso que no podía juntar los labios para comer o saludar a otra persona dándole un beso.
   Tanto es así que se pasó una larga temporada visitando a los mejores especialistas del ramo gastándose todos los ahorrillos, teniendo que pedir préstamos al banco e incluso al usurero del pueblo, y cansado de tan engorroso trajín con las idas y venidas, no pudo aguantar más, y tomó la decisión ya amasada en su psique de declararse a Clotilde, que venía de vuelta con un novio que la abandonó ante el altar con todos los familiares y amigos acompañándola en la ceremonia, habiendo tomado la decisión de desentenderse de cualquier tipo de vínculo o ataduras que se le pusiesen por delante, y no le hizo ningún caso.
   Un día, coincidieron en la fiesta de unos amigos comunes, y Leandro, algo encendido y lanzado se tiró al ruedo de la pista suplicándole un baile, a lo que ella se negó turbada alegando que tenía fiebre.
   Leandro, contrariado se sentó al lado de una amiga suya, y empezó a tirarle los tejos sacándola luego a bailar con suma ternura, lo que apaciguó la fiebre de Cloti pero se le dispararon los celos. Al cabo de un tiempo, después de tomar varios güisquis volvió Leandro a hablar con CLoti para invitarla al baile, accediendo con un fuerte temblor de piernas que no podía mantenerse en pie hasta que cayó rodando por la pista abrazándose Leandro a ella, y allí estuvieron abrazados hasta que la orquesta interpretó la última canción de Sabina, " Fue en un pueblo con mar,... y nos dieron las diez y las once, las doce y la una, las dos y las tres"...
   Por su fruto lo conoceréis...