martes, 20 de noviembre de 2012

El baño






El impulso revuelve el agua airosa

despertando el instinto al nadador,

él rubrica autárquico y retador

con un abrimiento de boca gansa;

su fantasía vuela alrededor

del recinto en busca de dulce fruta,

la gran manzana que ella tanto chupa

de Tántalo, y muerde cual monitor;

descubre ella ardiente desde la orilla

la voluptuosa inmersión de los cuerpos

esbeltos, tersos, partiendo los pechos,

mientras miro el rostro rosa que en ella

brilla, encendido por una cerilla

y el cigarro, embebida en la lectura

del libro “Seda”, que desgrana y apura.

Mas en primavera el sañudo Orestes,

vengó aquel hervor secando las nubes.



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