sábado, 22 de febrero de 2014

Perdió el autobús y...








                                     

   Al entrar en el ascensor se sintió en la boca del lobo, bogando en la barca de Caronte rumbo a la otra orilla del río sin retorno, donde se extingue la vida. Un torbellino de humo tronaba en el diminuto recinto, haciéndolo irrespirable, no siendo nada gratos los augurios que inhalaba.
   En efecto, al salir del ascensor, en la cuarta planta, se topó con el infierno, la cocina de la casa casi en llamas, reviviendo las danzas de la muerte, circulando una negra y densa humareda por el ambiente, mientras en el interior pugnaba su pareja con el macabro oleaje entre SOS hundida en una ciénaga de fuego, agua  y tufo, dando palos de ciego al aire y al humo que la envolvían con furia, y todo por mor de la llamarada del aceite hirviendo en la sartén.
   Era el pintiparado presagio de la llegada, y ni el más afamado de los escribidores de escenas de terror lo hubiese hecho mejor. 
 -Ummmmmm, espera que me limpie los ojos, que no los encuentro, y los churretes y alguna quemadura. Qué caradura…
-Hola, cariño, ¿Qué te ocurre?… ven que te dé un beso.
-A mí ni mirarme. Mira cómo estoy.
-¿Qué pasa? ¿Pasó algo raro?
-Es mejor que no te lo cuente. Porque si no la lengua se va a disparar. Por poco si me encuentras amortajada. ¿Crees que son horas de venir?.
-Es algo tarde, bueno, las tres y media, no es para tirar cohetes, pero qué se va a hacer, las circunstancias mandan, otras personas quizá tarden más regresando de tomar agua bendita en el bar.
-Tú sabrás de dónde vienes, por mí, como si te hubieses quedado allí toda la eternidad, a ver si te crees que estoy en la edad del pavo, majo, y sin luces, aunque sea el día de San Valentín, si cuando vas ya vengo de vuelta. Eso era antes, cuando una vivía en la inopia, que no discernía las quisicosas, los entramados de la vida, pero a estas alturas, anda ya, no comulgaré con semejantes piedras de molino, ni tragaré las trolas que propalas así como así. Me río yo, ja ja ja, ni pensarlo –arreglándose, ensimismada y encorajinada, el flequillo-, así que ya lo sabes, la maletita y humo, la puerta está abierta, que ya está bien de hacerse el gracioso tocando la trompeta con argucias e inventos que nadie cree, porque ni para eso sirves, caracoles, pues son de libro, y ya me lo has hecho en múltiples ocasiones, así que lo mejor es que te largues para siempre, antes de que me dé un infarto y sufra aún más, porque está claro que no quiero verte más.
Él permanecía sumido en un mar de ofuscaciones y turbios pensares diciéndose para sus adentros, ¡tierra, trágame!
-Uhmmm…pss..uuuuffff…, un momento, se puede saber qué coño sucede aquí, eh…a ver…?
-No, nada, ¡fuera de aquí!, no quiero saber nada de ti.
-No me lo puedo creer. Vamos a ver, el simple retraso del autobús acarrea toda esta maraña de monstruosidades y descalificaciones, esto es de juzgado de guardia… porque lo que aconteció realmente fue eso, la pérdida del autobús y punto.
-Pues denúnciame, anda, valiente, sí, hazlo. No te fastidias, ¿cómo quieres que crea esa patraña que estás relatando?
-Déjate de pamplinas, lo que oyes, querida, no hay más, porque el siguiente no salía hasta dentro de hora y media.
-En absoluto, no me lo creo, vete a saber dónde habrás estado durante todo ese larguísimo tiempo, sí… y yo jugándome la vida en la cocina, ¿no ves cómo estoy, preparándote el sustento?.
-Vamos por partes, primero se precisa pensar y luego expresarlo, y no al contrario, razonando con cabeza, con una brizna de raciocinio al menos, toma el horario del autobús, aquí viene especificado, y no pasa ninguno hasta la  hora que te he dicho, y no sabes lo mal que se pasa esperando desesperado, sin saber qué hacer, hecho una piltrafa, machacado por la impotencia, sintiéndote como en un país tercermundista, en un  funesto contratiempo.
-Anda, vete con tales monsergas y cuentos adonde habite el diablo, está una hecha una perra, trabajando sin descanso, desbordada por las circunstancias, no pudiendo sacudirse el estrés ni el polvo del delantal, y mientras tanto te vas de rositas, y le cuelgas el sambenito al autobús, vamos, es que no tienes vergüenza.
-Ésas no son maneras, mujer, no hay forma de pisar tierra firme, de alumbrar algún resquicio con visos de realismo.
-A buen seguro que tendrás alguna lagartona y…
-¿Qué apuntas, coño? Hay que darse cuenta, haces una tormenta de un vaso de agua, son increíbles las dotes melodramáticas de demiurga de primer orden, montando escenas teatrales sin cuento, podrías presentarte a los festivales de Almagro, que al parecer buscan actrices con talento para representar el próximo año los sainetes y entremeses más castizos del siglo de oro español. A ciencia cierta que asombrarías a propios y extraños, dejando el pabellón bien alto, y a los críticos más recalcitrantes del ramo embelesados con tus artísticas ardides interpretativas.
-Pero, para qué sirve  toda esa fanfarria que desgranas, ¿quién lo va a sostener?
-Ya sospechaba de lo que ibas a urdir, y heme aquí que después de tanta desgracia, y perdido a más no poder en mis cálculos vitales, recibo como recompensa una paliza de infarto.
-Aquí me huele que  hay tomate, sí, te lo aseguro.
-Ostras, vislumbro que navegas por las aguas de los programas basura de la tele, la noria, el hormiguero, los intrépidos paparazzi, metida hasta el gaznate, como otra garganta profunda, buceando en ellos.
-No digas bobadas, otra vez a hilvanar historias y más historias, acaso para publicarlas en alguna revista o blog, qué desfachatez, tienes un morro que te lo pisas, cuánta desmesura, cuántas mendacidades, que al fin de cuentas escapa una como cobaya en el laboratorio de experimentación. Pero recapacita un poco, ¿tú sabes lo que me has hecho?
-Sí, pegarle fuego a la cocina con el mando distancia, con el poder de la mente. ¿Hay quien venda más humo? Vaya, lo sé con claridad meridiana, pues cómo no lo voy a discernir, si lo sufrí en mis propias carnes, el verme tirado en la cuneta, jodido y  sin poder… y no voy a citar en estos instantes el célebre juego de vocablos del premio nobel.
-En todo caso, cediendo en mis propósitos, cosa no muy habitual en mí, pienso que pasando por el polígrafo, el detector de mentiras,  la máquina de la verdad, en tal caso, a lo mejor me podrías alumbrar las oscuridades que palpo y me convencieses en parte, porque evidentemente es nada menos que la máquina de la verdad, aunque no las tengo todas conmigo.
-Como las palabras y los pensamientos no quieren estar enjaulados, pues salen sin esfuerzo por la corriente que circula por el hiperactivo cerebro…y brota, al socaire de la frase bíblica, la transparencia, “hágase la luz, y la luz fue hecha”, de ese modo se ven los acontecimientos tan reales como la vida misma.
 





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