lunes, 31 de octubre de 2016

Coloquio de dos amigos al cabo de los años


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   Paseaba Alberto por la ciudad de la Alhambra desde la puerta de Elvira hasta la de Bib-Rambla, rememorando hitos, vetustos monumentos y gratas emociones, cuando de súbito se produjo el encuentro.
   -(ALberto): Hola, perdone señor, ¿no es usted Peter?, puedo equivocarme, pero no importa, hace tanto tiempo que no te veo. Un pajarito me dijo que gozabas de una envidiable situación social, siendo todo un señor cátedro de universidad, y por un tris no llegaste a rector.
-(Peter) Oh, gracias, Alberto, ¡qué cumplido eres!, no dudo de que seas tú en carne y hueso, ¿no es cierto? pero vamos, dejémonos de más monsergas, y démonos un abrazo como Dios manda, qué demonios, y evoquemos aquellos viejos tiempos. Te percibo tan parsimonioso como siempre y servicial, ayudando a la gente, yendo de aquí para allá sin parpadear, incombustible, en continua acción, ofreciendo dádivas, ideas, apuntes académicos, eventos culturales, resoluciones.... Bueno, pero hace tanto tiempo que no conversamos, y no sabemos apenas nada el uno del otro, pareciera que nunca nos hubiésemos conocido. Por momentos el subconsciente me dice que eres el doble, y que todo es pura apariencia, espejismos cruzándose en el camino.
 -(Alberto) Qué carajo, Peter, ven para acá, ajá, espera, toca, sí, ¿no estás ya seguro de que soy yo y mi circunstancia, el mismo que conociste en los años mozos?, y a propósito, ¿no recuerdas los Vía Crucis que hacíamos durante los fines de semana visitando tascas o los más pintorescos conventos, bodegas o garitos degustando los ricos caldos y sabrosas viandas granadinas tomando las tapitas de rigor, sardinas, albóndigas, croquetas, atún, morcilla o migas alpujarreñas entre otras, y cuando atravesábamos la calle Alhóndiga había que estar siempre pendiente del maldito tranvía para no ser engullidos por sus colmillos de hierro, conduciéndonos autocomplacientes no de Poncio a Pilatos sino del frugal Rinconcillo a Puerta Real, pasando por el Rescoldo, el Jandilla, la taberna de las Papas Bravas o lo que se terciera. Y luego, después del "opíparo"? almuerzo en el Pay-Pay, comedor estudiantil en boga entonces, y dicho con el mayor decoro que no descaro, cuando se sobreentiende que el estómago rebosa de alimento, resultaba que tan pronto pisábamos la rúa, se nos iban los ojos hacia las pastelerías más próximas ansiosos por acallar el crujir gástrico causado por el desnutrido menú del día, tomándonos algún pastelillo si quedaban rubias en el bolsillo.
-(Peter) Bueno, Alberto, jamás pensé encontrarnos por aquí, es la pura verdad, y menos en estas fechas de hojas muertas revoloteando por los derroteros, oliendo a castañas y retumbando la voz de don Juan Tenorio, aunque admito que apenas sabía de tu paradero, y me digo a cada instante si te das cuenta de que la gente se suelta el pelo y representa el teatro de las Danzas de la muerte sin descanso, es gente que conoce uno y se va sin avisar, como dice el poeta, "Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando"...
- (Alberto) Ostras, macho, qué duro, y a todo esto cambiando de asunto, no presentas una mala figura, nada que ver con el caballero de la Triste figura, se ve que te trata a cuerpo de rey la vida, ¿y qué buena nueva traes?
-(Peter) A ver, sugiero que hablemos de los avatares, desguaces o trincheras, tierra quemada o desquiciamientos personales.
-(Alberto) ¿De eso? uf, uf...
-(Peter) ¿Y por qué no? Sin ir más lejos te diré que el otro día me mantearon en el pueblo por llevar a cabo un simulacro de primarias saliendo victoriosa la candidatura Sanchizta.
-(Alberto) Pardiez, presentía otros trinos o devaneos.
-(Peter) Nada del otro mundo, del tránsito por los surcos del comer.
-(Alberto) Sería mejor tocar algún aspecto innovador o cualesquiera quisicosas donde poder hincarle el diente a conciencia y moverse con total libertad, gracejo y enjundia, como por ejemplo el campo de la filosofía o si los prefieres de la teología o similares..., pues eso que apuntas en cambio...
-(Peter) Sí, de acuerdo, los cimientos filosóficos suelen ser más contundentes que las arenas movedizas del vivir, y los argumentos conceptuales  ofrecen mayor transparencia al mundo noético y a la razón, lográndose con tales herramientas profundizar más en las entrañas de la madre naturaleza y la conciencia a través de la intuición, el raciocinio y los sentidos, explorando tanto lo divino como lo humano.
-(Alberto) Bueno, creo que filosofar se puede hacer a cualquier hora del día descomponiendo el puzzle de las cosas ("Scientia omnium rerum per últimas cuasas"), en cambio si nos lanzamos a la piscina de la teología las divinas palabras puede que nos ahoguen, al ser los apoyos un tanto resbaladizos, como peces que se escapan de las manos y de las apreciaciones más corrientes, desconociéndose en parte sus parámetros o a lo mejor dando palos de ciego. Y volviendo a los avatares, no se sabe qué motivaciones te impulsan a semejante curiosidad.
-(Peter) Mira, Alberto, parece que según circula por la vía el tren en el que viajamos (que en ocasiones es mejor dormirse ajeno a lo que acontece en derredor porque el producto ofrecido está caducado), y si nos remontamos a antaño, aquellos tiempos de entrega ciega al credo puro y duro, al dogma reinante, no resultaría extraño o inconexo seguramente el argumentario, pero habrá que reconocer que a la larga la jerga comunicativa y el carburante vital se van empobreciendo o enrareciendo por el mal uso o deficiente funcionamiento de la maquinaria fisiológica, por las innumerables goteras, al irse deteriorando las neuronas, la masa gris y las convicciones, acarreado mayormente por la erosión de los agentes externos e internos, cayendo como un diluvio o losa sobre nuestros pensares y actitudes, generándose no pocas contrariedades, volcanes o serias dudas hasta el punto de ir mudándose la color, la esencia humana, adquiriendo un matiz torpe, evanescente y no poco cuestionable. De todas formas espero que no haya ocurrido ningún tsunami en tu vida.
-(Alberto) No sé por dónde bogas, Peter, pero antes salía a la palestra retozona la palabra Fé, y todo el mundo reaccionaba con firmeza entonando el himno de la alegría, aceptando que movía montañas y servía lo mismo para un roto que para un descosido (a propósito, hay en el mercado un ejemplar con idéntico título Rotos y descosidos); en cambio en esta época tan precaria y volátil, de acontecimientos tan precipitados y fungibles no se sabe cómo esbozar alguna sonrisa o pinceladas sobre nuestra deshilachada existencia.
-(Peter) Qué retorcido me lo pones, Alberto.
-(Alberto) Mira, Peter, como si se repitiese ahora el desaguisado de la escena bíblica del Paraíso Terrenal, pero no entre el amo y los pobres huéspedes, sino entre ellos mismos en este caso, Adán y Eva, siendo yo incriminado de forma gratuita en hurtos y allanamientos de morada que nunca cometí, así como de violencia de género mediante denuncias y falsos testimonios. Al cabo del tiempo, como mi pareja no se quedaba encinta recurrimos a un vientre de alquiler, y todo iba bien, alumbramiento y crianza del retoño hasta que la madre biológica me denunció alegando que no le había abonado lo estipulado, y que para más INRI no podía vivir sin su pimpollo porque ella lo había parido. Y pidió que se lo entregase de inmediato. Imagínate la faena...   
-(Peter) Oye, Alberto, cuesta creerlo, me pones los pelos de punta, pues te consideraba un afortunado. Te tenía por un heroico Ulises regresando al dulce hogar en busca de su amor.
-(Alberto) Pues así es, amigo mío.
-(Peter) Entonces, ¿qué hiciste después?
-(Alberto) Al quedar en la ruina, tenía que dormir en la calle, lo que me arrastró al fango, la droga y la prostitución.
-(Peter) No me lo puedo creer.
-(Alberto) Para tirar para adelante, me vi forzado a lo peor, permaneciendo dos largos lustros entre rejas. Ésa es mi hoja de servicios de los últimos años, compañero.
-(Peter) No encuentro palabras.
-(Alberto) Y yo que tenía unas ganas locas por compartir un rato feliz contigo contándonos cosas, hablando de cualquier chorrada, de los bocatas que nos zampábamos en el Aliatar o en la bodega de calle Elvira..., o por qué no haber parlamentado sobre los Diálogos Morales de Séneca por ejemplo, de su filosofía, de cómo vive un estoico o bucear en las aguas  del epicureísmo. Pero no, lo tuve muy duro; pues más tarde mi hijo, falsificando la firma de mi ex, me denunció al tribunal de menores y tuve que poner pies en polvorosa huyendo a Hamburgo, alistándome en el ejército rojo de San Pauli, donde según sus biógrafos los Beatles colocaron la primera piedra de su carrera. Por lo tanto no está el terreno abonado para que toquemos temas de teología o teodicea o teogonía, porque parece que todo está hecho añicos. Llevaba una existencia placentera, sonriente hasta que reventaron mi vida.
-(Peter) Pues no sabes el chasco que me llevo, ¡vaya desengaño!
-(Alberto) Dímelo a mí. ¡Ah!, se me olvidaba decirte que a consecuencia de la promiscuidad contraje unas purgaciones de muerte. Así que nunca pienses que estás a salvo de nada, de horrendas conjuras o de las más inusitadas elucubraciones.
-(Peter) Entonces al hilo de lo que cuentas ¿sabes lo que se me ocurre decir, amigo del alma?, cosas más raras veredes ...
   


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