
El travieso refranero ofrece todo un abanico de posibilidades o enfoques a gusto del consumidor como, "no hace daño quien quiere sino quien puede", en un mano a mano con "el querer es poder", lo que ilumina en parte el camino a seguir en lo que nos ocupa, no echando en saco roto que las siete maravillas del mundo humano son: PODER ver, oír, tocar, probar, sentir, reír, y lo más sugestivo, amar, evitando dar bandazos o alimentar dudas al respecto cobijándose bajo la omnipotente sombra de Poder.
Es vox populi que el poder reside en la mente. Y, sopesando
los pros y los contras de el querer es
poder, cabe señalar que son dignos de elogio los casos de entrega, ahínco o
amor propio de las personas en pos de un ideal, y, transigiendo con tales
limitaciones u oportunas llamadas al orden, coger el toro por los cuernos y ponerse
manos a la obra, con un bisturí a medida y unas gotitas de talento a buen
seguro que se desvelarán todas las arrugas o secretos destellos que hierven en
el interior de Poder.
La piedra filosofal para la transformación de la mente se sustenta,
pese a todo, en los pilares del "querer
es poder", construyéndose una mixtura de voluntad, intención y fuerza
de la mente que se conjuran entre sí, jugando un papel primordial en la
elucubración cerebral, aunque sin minusvalorar las filosóficas coyunturas del yo y mi circunstancia.
Lo mismo que sucede con el entrenamiento físico de los cuerpos que fortalece los músculos, el mental modula los efluvios del
cerebro en la dirección que se desee, y de esa guisa potencia los diseños de
felicidad, armonía o empatía u otras facultades que se persigan.
Al perforar los estratos
genealógicos del pensamiento aflorarán el ADN y las pertinentes jerarquías con todo
su séquito, los golpes de vida o calor que el mismo vocablo atesora en su disco
duro, que descascarillándolo se desglosará del siguiente modo, P de patrimonio, O de oro puro y duro, D
de demonios o dinero negro, E de
energía renovable y sostenible, y R
de recursos humanos o renta per cápita, acordes con los más estrictos
parámetros divulgados por los clásicos en sus obras a través del epígrafe, poderoso caballero es don dinero.
Si partimos de algún
hito o punto álgido para urdir los hilos de la trama mental, como si de un
puzzle o tragedia griega se tratase, se podría principiar por los vaivenes o tesituras
que amasan los pensares a través de los medios, las redes sociales o la parafernalia
rebañando en sus platos los esbozos no confesados, aún vírgenes, subsanando las
arbitrariedades con sazonados y robustos argumentarios.
Terencio encendió el
ordenador como de costumbre con objeto de encontrar algún rastro de MC en el
mastodonte facebook, pero no había internet en esos momentos, cayendo todo su
gozo en un pozo, y con las mismas, frustrado en lo más hondo de su ser, se dirigió
a una agencia de viajes a probar fortuna, sacando un pasaje de avión rumbo a lo
desconocido, a una isla desierta y remota.
Llevaba un bloc de notas
para escribir las avatares que ocurriesen por aquellos mundos, y reflejar sin
rubor en el frío papel las fervientes ansias por besar y abrazar a MC, haciendo
hincapié en que no le importaría convertirse en rana, una ola marina o ave, buscando
por tierra, mar o aire su rastro si al final arribase a buen puerto.
Al cabo del tiempo, Terencio,
hastiado de navegar por oscuros paraderos en vano, se encomendó al Todopoderoso,
empezando a hacer dura penitencia, pidiendo perdón por las torpezas o tropelías
que hubiese cometido consciente o inconscientemente, encontrando sorprendentemente
la absolución de manos de un misionero que acababa de zarpar en la isla para propagar
la fe, y cristianizar a los indígenas que aún vivían felices en aquella selva
salvaje con tintes paradisíacos.
El sacerdote aparentaba
ser un desahuciado de la mano de Dios por el andrajoso atuendo que llevaba, mas
le echó la bendición con no poca fe y bastante parsimonia, ocurriendo a renglón
seguido lo más esperpéntico que imaginarse pueda, cuando de pronto se dan
cuenta de que le roba a Terencio la cartera, donde llevaba escritas todas las
aventuras y pensamientos más genuinos que le habían brotado por aquellos
diseminados islotes.
Como el poder ciego
y embrutecido por la plata no deja ver, se apeó de él alegremente, y se centró
en el de la mente, que es transparente, procurando no topar con el poderoso
caballero o adláteres, que tiran por la calle de en medio haciendo trampas, más
pobre al pobre y más rico al financiero.
Un buen día se fugó
de la isla disfrazado el misionero, huyendo con nocturnidad y alevosía en una sofisticada
lancha de alta gama llevándose consigo todo lo que había redactado Terencio, y más
tarde le dio vida publicándolo en un libro, y cuál no sería su asombro cuando le
comunica la editorial que se había hecho escandalosamente millonario por la venta
del libro, que llevaba por título La
isla de oro o Poder de la suerte.
Al final de sus días,
ya octogenario, le concedieron al pseudo sacerdote el premio primavera de
novela, y no pudiendo conciliar el sueño por los escrúpulos de conciencia, visitó
cuantos chamanes, gurús y brujos pudo subiendo y bajando por los más inhóspitos
lugares enfrentándose a las fieras, y en un acto de contrición lo donó todo a
la causa indígena allá por el océano Índico, donde había tenido lugar su
quehacer misionero.
Cuando regresaba a
la base donde se alojaba unos bucaneros lo secuestraron pidiéndole un rescate,
recordándole el tiempo que perteneció a la banda de timadores y estafadores del
golfo.
El Poder se puede
encarnar en el dinero, armas, amor, odio, cariño, soberbia, intriga, envidia,
celos, pero no es menos cierto que radica en la mente, rivalizando con la fe que mueve montañas, porque según se
descuelgue uno por la ventana de un precipicio, campo de rosas o playa nudista
las esencias de Poder se irán nutriendo
de tales virutas o sustancias generando el corpus del pensamiento en las altas torres
de la mente.
Piensa, ama y haz lo que quieras...era la
apuesta agustiniana.
Será harto elocuente
señalar que el esteta, cirujano, investigador o científico al bucear en sus
respectivas aguas tan sutiles y resbaladizas, no echen en el olvido que el
camino de la humildad será el factor
más influyente a la hora de alcanzar las metas anheladas.
A veces hay quien al
disponer de ciertos privilegios, recursos o algo semejante se cree estar por
encima del bien y del mal o de lo que hay a pie de calle, semáforos, aceras,
códigos, leyes e incluso el respeto al prójimo, llevándose por delante todo cuanto
encuentra a su paso, saltándose los controles o burlando las pautas más
elementales, poniendo en práctica el triste dicho popular, el pez gordo se come al chico, en una macabra acción que clama al
cielo, por lo que hay que apostillar y puede que muy a su pesar que "no hace daño quien quiere, sino quien puede"...
Como ocurre con la pertinaz gotera que paulatinamente horada la vivienda o cimientos de la vida, la gota que colma el vaso.