jueves, 14 de marzo de 2019

Soñando...




Resultado de imagen de un cayuco
   Axa nació en una chabola de un poblado keniata. A los  tres años su familia la ofreció en matrimonio a un desconocido para ella, dueño de una reata de camellos porteadores de mercancías a través del desierto. Ese beduino era uno de los que dictaban leyes a los habitantes de la comarca, y dirigía eventos cruciales a mil leguas a la redonda. Su palabra era la ley.
   Un día habló con la familia de Axa a fin de sellar un contrato de venta del bebé  firmado y rubricado por ambas partes, corriendo serios peligros si por algún imponderable la promesa no se llevase a cabo.
   Axa aún llevaba pañales o algo similar, dado que la falta de medios no le permitía otra cosa, pero sus ojillos claros y penetrantes tenían el punto de mira muy lejos, soñando en ciernes unos proyectos libertadores que atravesaban todo tipo de montañas y barreras por muy gruesas y compactas que fuesen, refrescándole las calurosas tardes del tórrido clima africano, propiciándole a tan corta edad el poder conciliar el sueño, compartiéndolo estoicamente con infernales mosquitos y gigantescas moscardas en derredor.
   Unos años más tarde, al cumplir Axa los dieciséis, se apuntó en una asociación cuyo objetivo principal consistía en crear una cooperativa para conseguir unos saneados ingresos que le permitiesen llevar una vida digna, cubriendo las necesidades del día a día, sustento, vestimenta, enfermedades y algún que otro caprichito, y con el tiempo ir ahorrando para poner tierra de por medio escapando cuando llegase el momento oportuno en algún cayuco o patera rumbo al paraíso, a la vieja Europa, dejando atrás las penurias, hambre, pandemias o el sometimiento familiar, huyendo del compromiso matrimonial especialmente ella, que la habían obligado en contra de su voluntad.
   Un 15 de agosto de luna llena y mar en calma chicha se embarcó Axa con 55 personas más en un cayuco llevando en su vientre una nueva vida, estando embarazada de seis meses del que fuera su legítimo marido a la fuerza.
   Durante la travesía hubo todo tipo de contratiempos y calamidades, tanto es así que dos compañeras de viaje cayeron al agua por el brutal golpe de una gigantesca ola borrándolas del mapa,  y nunca más se supo de ellas.
   Axa, una vez que arribó a España, se sentía feliz y contenta, al haber alcanzado lo que estaba soñando, su libertad, y el deseo insoslayable de desarrollarse como persona.
   Ahora lo que más le preocupaba era la buena salud del hijo que iba a traer al mundo en tierras españolas, pensando muy mucho en buscar la forma de que no le faltase de nada para su crianza, y fuese el día de mañana una persona responsable haciendo el bien a los demás, y con un porvenir seguro. Vino al mundo en el cortijo donde se alojaba en tales fechas, siendo todo un agradable e inolvidable acontecimiento.
   Fue pasando el tiempo, y Axa seguía trabajando en los campos almerienses bajo los mares de plástico cayendo un sol de justicia, que derretía hasta los sesos de los insectos.
   Cuando cumplió 8 años el hijo, a preguntas de los mayores contestaba diciendo que quería ser torero o futbolista, y no había pasado un lustro cuando lo fichó un equipo de fútbol de campanillas logrando sus sueños, siendo para él todo un acierto.
   Ahora Axa vive feliz y satisfecha en una casa en la costa almeriense, viendo a su hijo cuando viene de vacaciones. ¿Quién le iba a decir a Axa hasta qué punto cambiaría su vida, que estaría disfrutando de su buena suerte y la de su hijo, ganando un buen sueldo como futbolista, siendo la envidia del barrio.
   Cuando recibía noticias de Kenia, se sentía un tanto deprimida y rabiosa al conocer la indigente marcha de su familia, que tenía que enfrentarse a la escasez de agua, medicinas y alimentos por la penuria y hostilidad climática, aunque le alegraba que superasen las terribles enfermedades del continente, paludismo, lepra o malignas picaduras de insectos.
   Axa se encuentra ahora gestionando con el consulado algo que le otorgaría la felicidad plena, el traslado a España de sus padres, queriendo compartir con ellos su bienestar y satisfacciones poniendo en práctica el dicho popular, es de bien nacido ser agradecido.
   Hay que hacer constar que a Axa no se le caían los anillos yendo a trabajar bajo los calenturientos mares de plástico almerienses para ganarse el sustento y hacer frente a las deudas.
   El hijo se independizó tan pronto como pudo costearse por su cuenta, comprándose aquello por lo que durante tanto tiempo suspiró, una moto de alta cilindrada, al ser muy aficionado a la velocidad, pero a veces las cosas se tuercen sin remedio, ocurriendo que un día de invierno de espesa niebla y ventisca, al regresar del entrenamiento del club de sus amores loco de contento, derrapó con tan mala fortuna en una curva que acabó con su vida.
   Nunca se sabe cuándo ni dónde se extinguirá la llama de la vida.
   No cabe duda de que Axa se merecía el mejor de los anillos para una dama que imaginarse pueda, porque los anillos para damas de histórico abolengo como doña Jimena del Cid Campeador, Santa Juana de Arco o Cleopatra entre otras no le llegaban a la altura del zapato, al haber puesto ella el listón en lo más alto.              

               



1 comentario:

Diego dijo...

Te veo en plena forma creativa. Como la realidad siempre supera a la ficción, doy por sentado que es un relato de una vida pasada, presente o futura. Gracias por estos regalos literarios.