martes, 9 de abril de 2019

Calzado

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   Sospechaba Ludovico en su fuero interno que el camino que le aguardaba en la vida no sería de rosas, sino áspero y lleno de obstáculos, como un bosquejo, por ejemplo, del camino de Santiago.
   En su tiempo vivido había transitado por senderos oscuros y luminosos en días atormentados o de calma chicha, atravesando por las encrucijadas veredas de verdes juncos y cañadas de secos carrizales. La climatología, ajena a lo humano, hace de las suyas, pues nunca llueve a gusto de todos, por lo que hay que apretarse los machos y sudar la gota gorda poniendo al mal tiempo buena cara, y seguir al pie de la letra las enseñanzas de la madre experiencia cuando dicea Dios rogando y con el mazo dando, dando por descontado que el rey en los andares es a todas luces el calzado, y habrá que ir con pies de plomo atentos a lo que nos circunda, no confundiendo a personajes como Don Gil de las calzas verdes en el teatro de la vida, y si se empecina la duda telefonear a Tirso de Molina para esclarecerlo.
   Es bien sabido que hay gustos como colores, y más aún si se toma en consideración las dificultades de los derroteros por donde se discurre, siendo necesario sopesar los pros y los contras del terreno hollado. En tales avatares, los animales de carga prestan a los humanos una incalculable ayuda, siendo a su vez los más sabios, burro, mulo o caballo, resaltando su nobleza, y bien calzado con su herradura salta al galope cualquier obstáculo, siendo más veloz que el viento.  
   Por ende habrá que especificar los rasgos distintivos del calzado según por donde se desplace la gente; para andar por casa, pantuflas, zapatillas, alpargatas o babuchas; por la playa, sandalias metidas por el dedo para moverse por las movedizas arenas, siendo acariciados los pies por la blanca espuma a la orilla de la mar, aunque sin fiarse por las repentinas acometidas de las olas subiéndose a veces a las barbas, corriendo el riesgo de pisar desnortadas medusas columpiándose en el líquido elemento, o atolondrados pececillos dando las últimas bocanadas fuera de su hábitat por un golpe de mar; y para ir por la montaña prima el calzado serio y robusto, como abarcas, agovías o botas con objeto de superar las escabrosas rutas sorteando los peligros, a sabiendas de que en cualquier punto puede saltar la libre.
   El calzado palaciego, todo lujo y boato con bordados y peinados, vestidos y músicas acordadas, nada tiene que ver con el de la pobre y humilde casa, donde convive la pareja participando activamente, bien en gorjeos, puestas de sol o salidas de tono, bien en bailes domésticos o miradas turbias que surgen sin remedio en los fregados familiares, hasta el punto que un elevado porcentaje de percances tienen lugar en la propia casa, quemaduras, roturas de clavícula, espalda o miembros inferiores por insulsas caídas.
   Algunos veces se circula por el habitáculo desnudo o descalzo al salir del baño, recibiendo telúricas sensaciones del centro de la tierra, que tanto poder y misterio esconden en sus entrañas, haciendo gala de ello cuando menos se espera mediante tsunamis, terremotos o fugaces tornados.
   Y es de suma trascendencia contactar con los pilares del alma y de la vida, como sucede en el entorno de algunas órdenes religiosas, que apuntan en sus reglas y breviarios el uso del calzado, prescindiendo de sus ventajas y protección, alimentando una especie de fobia aquellas que se denominan Descalz@s, sacando punta a semejante nomenclatura izando la bandera de la ejemplaridad y la pobreza evangélica en un intento por purificar el alma desnudando los pies, pisando con beatífico sigilo por la vida, y no caer en la vida muelle ahuyentando lujurias, hedonismos o una vida regalada.
   Las modas y el esnobismo nudista no se quedan arrinconados entre los muros del convento, sino que se expanden como el polen invadiendo arrabales o inverosímiles parajes, como ocurre con las criaturas denominadas perros flauta, que van a calzón quitado descalzos con el can y un instrumento de aire o cuerda de una lado para otro inmersos en la vida natural y la bohemia, buscando el sostén de la vida, unas monedas o coscurros o coca tocante y sonante, y apaciguar las neuronas ávidas del milagroso alimento pisando fuerte por renglones torcidos desafiando a los más adversos elementos, pinchos, cristales, clavos, agujas u otros escrúpulos, y no se les cae la cara de vergüenza o el alma a los pies, sino que van sacando pecho porfiando contra las inclemencias climatológicas, no amedrentándose por nada por raro que fuese, bichos terrícolas o aéreos que merodeen en derredor, y con semejante arrojo o porte navegan sin rumbo yendo de la ceca a la meca, del campo a la urbe, del río revuelto al desmadre de la movida, mirando por encima del hombro a quien le niegue los diezmos vitales (el euro) para la compra de carburante o bocatas (¡qué secreta materia acuñada con tecnicismos o críptica jerga que va de boca a boca, que aboca al éxtasis o evoca un incienso de mundo feliz, sumergiéndose en el carpe diem, en un celestial delirium tremens! ...).
   Durante un tiempo asistió Ludovico a una academia de oposiciones al Cuerpo del Estado, y en los recesos iban a la cafetería a tomar un tentempié o refresco entre chispeantes charlas e impacientes por mirarse y saludarse y trasmitir los pesares, empatías o dónde apretaba el zapato, apuntando ellas que lo primero que miraban de los chicos eran los zapatos, si brillaban como espejos pudiendo verse el rimel o polvetes del rostro o el lunar junto a la comisura de los labios, recordando a los cuentos, Había una vez... preguntando, espejito, espejito, ¿quién es la más bella del reino?... Mas en ocasiones al pisar la calle, una mala paloma obsequiaba a Ludovico tal vez por despecho con un lingotazo de excremento dejándolo tirado en la cuneta y fuera del concurso, no pudiendo competir con los demás a la hora del reparto de la tarta en el banquete amoroso.
   El calzado tiene tanta solera y trascendencia en los vaivenes de la vida que ha dado pie a un carrusel de dichos populares o aforismos calzando los cerebros de las criaturas, a saber:
   Llevar sueños en los pies, es empezar a hacer los sueños realidad. Dale a una mujer los zapatos adecuados y conquistará el mundo. Con una buena media y un buen zapato hace la madrileña pecar a un santo. La salud del viejo, más que en el plato, está en el zapato. Para conservarse en forma, poca cama, poco plato y mucha suela de zapato...
   Y como broche, ponerse las botas con versos machadianos por la travesía vital, Caminante no hay camino, se hace camino al andar....llevando siempre un buen  calzado.
                  
           
   




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