jueves, 18 de febrero de 2010

No temas


No te preocupes, Baltasar, que gozas de onomástica bíblica, nada menos que de uno de los tres inmortales reyes de oriente ( consagrados magos, hombres sabios que llevaban valiosos presentes ), así que levanta la cabeza, respira hondo, y con un poco de suerte, que seguro que no te faltará, y en línea con la probada paciencia de la que hizo gala tu antecesor, (cuando iban guiados por la estrella obedientes por aquellos desiertos y desolados montes, con aquellos transparentes camellos con una entereza de acero, olvidando las penurias de la sedienta ruta), lo conseguirás.
De todo ello se deduce que se puede pregonar a los cuatro vientos que la hipoteca, la parásita crisis, el hediendo préstamo y el resplandeciente plan de pensiones se lo va a tragar quien yo sé, porque tú te pasearás en el buque insignia del éxito, y punto.
Escucha bien lo que te digo, otros en peores circunstancias cantaron lo que no creían, y han sobrevivido a la hecatombe y a los mayores destrozos no sólo físicos sino del alma, pues si haces memoria (ahora que tiene tanta trascendencia en nuestros días para cargar las baterías, poniendo las cosas en su sitio y luchar de paso contra las enfermedades seniles), precisamente recordando al insigne incrédulo que se tomó la osadía de alimentar una horrorosa cobardía, como las delicadas flores que se rodean de abundantes espinas protectoras, andaba titubeando ante la voz de su amo, del todopoderoso que le invitaba a caminar por la superficie de las aguas como pedro por su casa, sólo apoyándose de puntillas mediante las herramientas de la fe. Así que si aquél lo logró, no temas pues lo tienes más fácil.
Si miras desde otro ángulo observarás que hay gente agraciada con espléndidas fortunas y excelentes honorarios o sueldos que han hincado la rodilla a las primeras de cambio, se han desmoronado, pero más que nada porque les faltó lo que a ti te sobra, fe, mucho amor propio y confianza en la providencia y por encima de todo la esperanza.
Baltasar, no sería descabellado que intentases relacionarte un poco más ampliando tus redes sociales y arrimarte a buen árbol, que ya sabes las consecuencias que acarrea, no te lo voy a desvelar a estas alturas de la película, y una asombrosa sombra te cubrirá especialmente en lo pecuniario.
Y a las interrogantes que tal vez inunden tus campos, sobre cómo arrimarse uno a esa sombra, pues lo tienes bastante asequible si consigues unos lazos, por qué no –si rubios mejor que morenos- a los que ya hemos hecho referencia, alargando el hilo de la caña de pescar, lanzándola de nuevo y con más bríos hasta que pique por ejemplo una Esperanza en regla como la de la copla, con bastantes caudales por supuesto, pues de lo contrario la presa sería un fracaso más que añadir a la lista del día de difuntos o guerras perdidas, o sea, más de lo mismo, que a veces has cosechado en la vida pese a tu beatífico nombre, Baltasar, figurando en el santoral de los días más ilusionantes y mágicos de la época infantil o quizá de toda la vida.
Acaso tus dotes no las has removido y puesto en el lugar adecuado, en tu predio de confianza sacándole el trescientos por cien de rendimiento, regando y abonando como es debido y a su debido tiempo, y, según parece, las conservas olvidadas en el cajón de los desastres, lo que impide su maduración en vez de exponerlos en un revolucionario stand exhibiéndolas a la consideración y mirada de las futuras generaciones.
Ya es hora de que te pongas a trabajar en serio y eches toda la carne en el asador sacando pecho y enfrentarte a los retos.
Presta atención a los prístinos tiempos en que tu homónimo, ni corto ni perezoso, llevándose a todo el hato de rebaños tras él por las cimas de los campos en pos de un oasis donde abrevar el ganado, y regaló mirra entre otros ricos presentes, uno de los más preciados a través de los pueblos, te sirva de algo. Quítate la máscara y te percatarás de esa suerte de que tú no serás menos y no vuelvas la cabeza para otro lado, y ahí te las den todas soltando un órdago y quedarte tan fresco, y que el resto del género humano pringue por ti, con la que está cayendo.
No lo voy a consentir, Baltasar, por mucho que gruñas o me amedrentes pegando bufidos al viento como león enjaulado. Interprétalo como quieras, pero tires por donde tires seguiré tus huellas hasta el fin del mundo, si es preciso.
Ah, a propósito, se me ocurre una nueva idea, podrías acudir a clase de valses, salsa merengue o algo por el estilo o por qué no aprendes a bailar el tango. A lo mejor éste último se te da mejor por tu constitución atlética, agilidad e hiperactividad innata, y además sea más fácil para tus características dado que guarda similitud con los dados y el juego de las cartas precisamente donde siempre has triunfado por lo bien que lo haces, ahora te cojo, te suelto, te agarro, te odio, te adoro, te escupo, te arrollo, me quedo embelesado o tirado, me abro, me cierro, no me hagas trampas tramposo, que es lo suyo en algunos lances o circunstancias de la vida para sobrevivir, lo mismo que para cultivar el baile del tango y no caer exhausto en mitad del cemento, de una roja alfombra, o vaya usted a saber si devorado en la arena por las fieras.
Y no me menciones en estos momentos la moral o la ética, haciendo juicios de valor, pues una persona que se encuentra al borde del ataque de nervios y sin ninguna moral o con ella por los suelos, hecho polvo, con el agua al cuello, no puede andarse con chiquitas. Así que hay que mojarse el culo haciendo de tripas corazón, jugarse la vida en donde haga falta, a las cartas, a la ruleta, bailando tangos o valses en los tejados o en plena calle, en el escenario de la vida.
Baltasar, no olvides que vida sólo hay una, y que por mucha Biblia que hayas mamado y te hayan etiquetado con montañas de ética las conductas de las personas en el proceloso mar de la existencia, mi consigna sigue siendo la misma, siempre adelante contra viento y marea y cantarás victoria.
Todo depende de ti. Así que levántate y no te hagas el remolón inventando excusas infundadas.
Que no te tiemble el pulso y la barquilla no zozobrará en las frías aguas de tu dársena.
Pon los ojos en el punto de mira divisando el horizonte como buen cazador y dispara sin temor a la presa, y a buen seguro que le darás a la caza alcance.
De tal forma que sin proponértelo emularás al genial conquistador de la antigüedad, conocido por la célebre y concisa frase, llegué, vi, vencí.

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