viernes, 30 de marzo de 2012

Sobre el barrilete del bar



La señora, que conversaba, decía que estaba hasta el moño de las quejas de la pareja y de los tres retoños que tenía que alimentar, y buscaba a alguien con quien poder desahogarse, y desprenderse de toda la mugre que se acumulaba en su pecho después del largo y frío invierno.

Y mira por donde vio el cielo abierto, al vislumbrar a Elisa, entrando por la puerta del bar con el pañuelo rojo al cuello.

-Hola querida, qué tal te va últimamente. No creo que tengas más preocupaciones que yo. Si supieras lo mal que lo estoy pasando. Llevo una racha que no se la deseo a nadie. Trabajo desde que amanece hasta que oscurece, y nadie me ayuda en casa, ni reconoce mi labor, perdona que no reprima las lágrimas, hasta el punto que ya no resisto más. Preferiría morirme, así como suena, no te lo puedes ni imaginar…

-Mira amiga mía, no exageres, no será para tanto, piensa en positivo, siéntate aquí conmigo, relájate y olvídate de todo lo demás. Espera que te digo, en primer lugar debes de quererte más, y dedicar más tiempo a tus necesidades, a tu persona, verás como tus sentimientos y emociones cambian totalmente, y tomarás un nuevo rumbo, brotando una nueva primavera en tu vida. Hazme caso, y no seas tonta.

-Sí, vale, tendrás toda la razón del mundo, pero soy tan poquita cosa y tan torpe, que no sé si tendré fuerzas, y me pregunto de vez en cuando para qué habré nacido. Pero reconozco que así no puedo seguir. No obstante, escucharé tus consejos, haré un último esfuerzo, e intentaré romper la rutina, transformando el look, pintándome el pelo de rojo o de los colores del arco iris, usando provocativos escotes, y, ya puesta, hacer algo grande, fuera de lo común, aunque sea un strip-tease en mitad de la calle a plena luz del día, y limpiarme las telarañas y sucias migrañas que me engarrotan las sienes.

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