miércoles, 17 de octubre de 2012

Los monos aulladores




   No daba crédito a lo que sus oídos oían, unos ecos lejanos, como teñidos de melancolía, que poco a poco se iban acercando con la portentosa fuerza del viento.
   En un principio sospechaba que sería un huracán, o algo más alarmante, los balbuceos de un pequeño tsunami, que se aproximaba por aquellos contornos, como una endiablada serpiente de cascabel que reptara brusca y aturdidamente por las laderas de los cerros; sin embargo los sentidos, en tales circunstancias, no se ajustaban a la objetividad fehaciente del momento; no obstante, al cabo de un tiempo, no sin antes haber recorrido varias leguas, la intrigante lengua de los aullidos se fue desnudando, de modo que se pudo descubrir con toda exactitud los verdaderos actores del descomunal concierto, que no eran otros que los selváticos cánticos de monos hambrientos que pululaban en lúdicas y sucesivas persecuciones por aquellos arbóreos parajes del bosque.  

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