domingo, 22 de junio de 2014

Se dio cuenta de que todo era una farsa










                                      
   Se dio cuenta de que todo era una farsa  envuelta en papel de regalo, al probar el primer bocado que se le ofrecía, cual sugerente y generosa dádiva, confeccionada a toda prisa para él.
   Al levantarse, rezaba Marga todos los días el santo rosario ante una descolorida foto de la hija, desaparecida, al parecer, en circunstancias un tanto chocantes, cuando pasaba el domingo con los amigos en un cortijo en la loma del Gato. Es curioso el nombre del lugar de esparcimiento, ya que puestos a elucubrar, se podría haber llamado de los gozos y las sombras, de las mariposas en primavera o más bien de la boca del lobo, por lo que allí se fraguó.
   El affaire exhibía  ojos del felino en una noche sin luna, circulando los desgarradores  rumores de que era una niña robada, pero el asunto se pudría amontonado entre los deshilachados legajos que dormían el sueño de los justos en el juzgado.
  A Marga, la madre de la criatura, le habían brotado recientemente unos feos lobanillos en el cuello. Ella era esbelta, pelirroja, de ojos verdes, y le gustaba recogerse el pelo con un lacito rojo, siendo en realidad la única depositaria de los meandros del misterio, y últimamente aparecía con la cara demudada, un tanto demacrada, como si le hubiesen echado veinte años encima, y mareaba la perdiz cuando asomaba cualquier murmullo de la tragedia, y andaba harto remisa a la hora de poner luz al respecto en los intrincados cabos sueltos, no soltando prenda del hachazo recibido, sin duda uno de los más vergonzantes que le pueda ocurrir a una persona en vida.
   Por la chimenea salía esos días un humo oscuro, como de algo quemado con premura, de emponzoñadas ensoñaciones o envenenados recuerdos, a pesar de ser blancos los troncos que ardían.
  La cosa no estaba nada claro, toda vez que los perros que llevó la policía para desenmascarar los enigmas que envolvían los flecos del infortunio, no aportaron la más mínima pista sobre el paradero de la pequeña ni los móviles que originaron tan siniestro suceso.
   Marga se mecía maltrecha en los bastidores de un limo hediondo, salpicándole por piernas, brazos  y sienes, reflejando una pobre carátula de los horrendos hervores que bullían en su etopeya, en el interior, la representación más fidedigna de un entierro amasado con todo lujo de detalles, es decir, a la antigua usanza, entonando el sacristán el Pati (ter) noster con un chorro de voz, al estilo mejicano, que resonaba en la sierra y en el valle, con las palabras latinas rotas por la discordancia sintáctica y el duro empedrado de las calles, en medio de la vidriosa situación que reinaba en el ambiente.
   No cabía duda de que las aguas no bajaban tranquilas ni complacientes, sino todo lo contrario, rebotaban rebeldes por los conductos, barruntando alguna fechoría o venganza por parte de alguien que hubiese estado al corriente de los fallidos pasos de la hija, bien por las amistades más cercanas o los parientes más dados a relacionarse con ella.
   La niña acababa de cumplir catorce años, una edad que no permitía dormirse en los laureles de la confianza o de la incipiente madurez, por lo que había que permanecer en la sombra del escenario, si bien con la escopeta montada y siempre al acecho, porque la vida se le había vuelto a Marga muy traicionera, y del que menos se imaginase podría saltar la liebre.
   Marga era muy fantasiosa y hacía sus escapaditas nocturnas por las tumbas del cementerio y visitaba de camino las timbas más renombradas del contorno, siendo fiel a tales ceremonias lúdicas, lo que propiciaba que se desencadenasen infinidad de urdimbres a la hora de señalar los autores o responsables de la desaparición de la muchacha, y resultaba que sin pretenderlo, porque estaba su nombre entre las primeras líneas del fuego de la investigación, al ser la propia Marga la que figuraba en los papeles como progenitora y por ende la que se suponía que estaba más al corriente de las debilidades y obsesiones de la hija, ya desde que el feto se moviera en el vientre, si de verdad había sido la madre biológica.
   Al cabo de unas cuantas semanas se la llevó la policía a la comisaría para efectuar una rutinaria batería de preguntas referentes a los afanes, ideales, frustraciones y amistades más estrechas de la pequeña.
   Mas los pesados y largos interrogatorios ahogaban a Marga, y no abrían nuevos orificios que permitieran alumbrar los túneles  por los que discurrió el postrero hilo vital de la hija.
   Un día de vientos huracanados, en que el follaje otoñal era pasto de las insensibles corrientes, que sacudían las ramas de las plantaciones, desnudando la intimidad de las plantas, parecía que se desnudaba Marga de pies a cabeza en un streaptis repentino, al aparecer por el suelo, debajo de la cama, unos misteriosos papeles y hojas tachadas nerviosamente, que hacían mención a determinados proyectos de ciertas firmas de reconocido renombre internacional, que acaso hubiesen tenido algo o bastante que ver con la sorprendente desaparición.
   Por aquellas fechas, Marga frecuentaba los casinos con más asiduidad de lo habitual, con lujosos vestidos y abrigos de alto poder adquisitivo y ricas joyas, llamando poderosamente la atención entre el círculo de conocidos y allegados. Alguien apuntó que podía haber entregado la hija a cambio de una considerable suma de dinero al verse en la ruina por alguna mala jugada en la ruleta, al haberse instalado en las redes de la más desafortunada ludopatía, y cegada por los instintos tóxicos de esa droga hubiese sido arrastrada a tan execrable aberración.
   Y en todo ese oleaje viviente y entramada parafernalia reinaba el mayor de los desbarajustes. No se sabía a ciencia cierta si tendría ella algo que ver con unos fajos de cannabis que habían aparecido en el cortijo de la loma del Gato en muy buen estado, listos para el consumo. Y en otras ocasiones, se comprobó que había permanecido Marga en paradero desconocido durante determinadas fechas, sembrando la incertidumbre en su entorno por los cada vez más continuos y sorprendentes viajes y ausencias, dando lugar a controvertidos e intrigantes comentarios.
   El affaire sigue abierto, la causa no se ha cerrado muy a su pesar, y ella permanece entre rejas a la espera de que se esclarezcan los móviles y las personas que directa o indirectamente están implicadas en tan trágica y sensible pérdida.

   Y con todas las premisas e interrogantes que rodean el caso, cabe preguntarse si no sería Marga una de las benefactoras del robo de niños en aquellas fechas de triste memoria.                 



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