jueves, 17 de julio de 2014

La vida en casa que no entra una perra chica









                               
      Entre el fragor de mercantiles aquelarres, brotaba una pestilente marea que anegaba el espíritu humano. 
    (Una joven pareja se encuentra en la alcoba ante una situación harto tétrica y sombría al despuntar el alba, debido a que vive un calvario con una hipoteca, el paro y el desahucio).         
   -Ladiiiis…. cariño, buenos días. Hoy es lunes.
   -ÑÑÑÑÑÑÑÑÑÑÑÑÑÑÑÑÑÑOOO. Otro lunes al sol.
   -Levántate, y piensa en el proverbio popular, a quien madruga…. ¿sabes por dónde camina la manecilla del reloj?
   -Ufffffffffffff…uhmmmm… ¡ayyyyy, qué engaño de vida!
   -El bebé y el perro lloran de hambre.
   -Estoy sin ojos, y no vislumbro nada en el horizonte.
   -Y sin un duro, no te jodes.
   -A ver si consigo volcarme un poco hacia el otro lado del colchón.
   -No son momentos de acomodamiento, y menos de vender humo.
   -A propósito, ¿y el tabaco?
   -Cómo, Ladis, en qué piensas, tírate a la piscina.
   -Nena, no me puedo mover.
   -Pues haz un poder, por los clavos de Cristo, no inviertas en la barca de Caronte.
   -He perdido el sentido de responsabilidad y las llaves de la esperanza, y se han hecho añicos las páginas de la memoria.
   -Anoche estuviste un tanto derrochón, aunque no tirases la casa por la ventana, pero casi, al dejar el coche de tus sueños en prohibido, como si lo odiaras.
   -(Incesantes abrimientos de boca). Por favor, con quién tengo el gusto de hablar, no será alguien de los que me bombardean noche y día con alguna factura.
   -No te hagas el listo, Ladislao, soy tu sufrida mujer. Te decía que dejaste el coche anoche en carga y descarga, creyendo que todo el monte es orégano,  y la grúa cumpliendo con su misión lo ha puesto en su sitio, según me acaba de comunicar el amigo policía, que bien poco hace por aliviar nuestras penurias, y a todo esto, a ver  cómo se rescata.
   -De qué me hablas, cariño, no articulo.
    -Vamos, Ladislao, no te escudes en entelequias, no te acuerdas de tus caprichitos, cuando presumías de ser un tipo duro, como en las películas; anda y levántate de una vez, coño, no seas un pusilánime.
   -No sé qué me ha entrado. Vas a tener que llevarme a urgencias.
   -Ya vale, jolines, haz algo por los demás, por la pobre prole.
   -Apáñame una brújula o un GPS si quieres que me oriente en el proceloso mar por donde navego.
   -Escucha, majo, no hay ni una gota de pan ni…
   -Espera, nena, no reparo en tus advertencias, ¿qué querías?
   -No te hagas el remolón.
   -Me asfixio, nena, estoy molestísimo.
   -Qué te ocurre, Ladislao.
   -Me siento incapacitado, con remembranzas kafkianas. Algo extraño tengo, necesito oxígeno.
   -Échale coraje a la vida. Necesitas un empleo, y es hora ya de que abandones el hábito de fumar y entierres las ínfulas de las épocas de esplendor.
   -Pero si llevo dos semanas sin saborearlo.
   -Algunas veces me asaltan los demonios, en qué mala hora te regaló el amigo el cartón de tabaco. Seguro que anhela abreviar tu agenda, aportando su granito de arena, a sabiendas de la rotunda sentencia de la cajetilla, fumar causa una muerta segura.     
    -Uhm, osúu, uhmmmmmmmmmm…vade retro.
   -¿Y anoche qué acaeció?
   -No sé a qué te refieres.
   -Ay, qué tiempos aquellos, o mores.
   -¿Cómo dices?
   -Mira, esto pasa de castaño oscuro. Pues si el tabaco mata, que sepas que te estás burlando de todo el mundo, ya que, echando las cuentas a ojo de buen cubero, entonces te sobran ya unos cuantos lustros de vida.
   -Pero, ahora que recuerdo, ¿no me embargaron todos los bienes por las deudas?
   -¡Qué gracioso! Olvidaste que un alma caritativa las amortizó.
   -Bueno, y a estas alturas, ¿para qué seguir viviendo?.
   -Algunas veces mastico culebras, la misma desgracia. Se puede saber qué pretendes.
   -Si acaso, sería mejor vender lo que nos quede al mejor postor, o en todo caso hacer un trueque por alimentos y tabaco, no te parece.
   -Ya está bien, Ladislao, ¿quieres hablar como un adulto cuerdo?
   -Mira, nena, no quiero oír hablar de propiedades, me siento un menesteroso tetrapléjico.
   -Pero, ¿y el compromiso paternal? 
    -Me gustaría despedirme de este mundo.
   -¿Y no recuerdas tus obsesiones por el carnaval de Venecia, los cruceros o  los coches de alta gama, que parecía como si en ello te fuera la vida?
   -Nena, solo me atrae la nicotina, que me den veneno, como la canción, y por supuesto el pan para nuestros hijos.
   -¿Ladis, desde cuándo no entra una perra chica en esta casa?
   -Agua, por fa, un trago de agua.
   -Toma, bebe…  A ver, alza la vista, y goza imaginando el trotar de los retoños por la playa, el parque o el bosque, y ensancha el corazón bebiendo los resplandores que bullen en la ventana.
   -¿Qué dibujas, nena?
   -Lo que oyes, y agénciate un empleo de una puñetera vez.
   -Pschssss, a la mierda el dinero, las posesiones.
   -Ladislao, quién lo iba a decir…En aquella época recorrías la ceca y la meca en pos del más pueril de los antojos.
   -Nena, esto es un infarto, me duele el aliento, las muñecas, los brazos, y un fuerte dolor me golpea en el pecho.
   -Vamos, no seas hipocondríaco. Eso se arregla con tila, rápido, tómate una taza bien cargada.
   -Noto que va en serio. Se me nubla la existencia.
   -Ladislao, alárgame el whatsApp, será mejor que llame a la funeraria y nos entierren juntos a todos, ya que con esta vida que llevamos, cuanto más muerta mejor, o no querrás que me haga una mujer de la vida para regalarte la manutención. Escucha, he llegado a la conclusión de que el verdadero objetivo del matrimonio se fundamenta en la comunicación. Es lo que más se echa en falta por raro que parezca, la profusión de anécdotas y comentarios diarios sobre cualquier fruslería, siendo sin duda lo único importante en el discurrir de los días.
   - Y entonces…
   -Pues que si nuestra pieza teatral hubiese sido de esta guisa, otro gallo cantaría. Manos a la obra, Ladislao. No te enredes en roles kafkianos. Pega un salto de la cama, aunque seas un insecto, y reparte por doquier currículos como un loco, que el hambre no espera. Ayer, amaneció dormido en la jaula el canario, en dulce sueño, y anteayer caía exhausto por la mugrienta tapia del huerto el gato Mefistófeles, medio vivo, acaso porque le quedaba alguna vida de las que goza, pero y nosotros, ¿lo podremos contar mañana? Si al menos movieses un dedo y remedaras en algo a Noé, fabricando una vasta barcaza, como él, cuando luchaba entre la vida y la muerte, como ahora nosotros, por aquellos duros temporales que se le avecinaban, y cogiendo el toro por los cuernos solucionó el problema, metiendo en la nave un ejemplar de cada especie, para que el apocalipsis no se cebase con ellos, y sacando pecho sacó a flote en un envidiable acto solidario a toda la prole del mundo mundial.
   Sin embargo, la barbarie y la ignominia de la vida muelle arrollan con saña los símbolos vitales, al creerse dueños los mortales de la fortuna y su destino, desmoronándose el emporio como un castillo de naipes, al emular el canto de las cigarras, no calibrando que al acabar el verano se acabó el banquete.     
      
  

    

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