viernes, 25 de mayo de 2018

Latidos del entorno guajareño






Resultado de imagen de avatares del entorno


Las albarcas, el cayado, el sombrero
y un sol de justicia derritiendo el aliento;
tormentas sin entrañas desbordando los tormentos por la sequía.
La pierna averiada, y ¡en qué momento!
a las puertas del reclamo olivarero;
la cabra tira al monte, mientras el lobo vigilante
baila alegre la danza de la muerte.
El mulo, recién llegado de la feria de ganado,
más contento que un niño con zapatos nuevos 
por el reluciente ataharre;
las ruborizadas rejas de la ventana de Dolorcicas
protegían su exuberante busto al oscurecer;
los geranios blancos y rojos en patios y patinillos
pidiendo guerra y sevillanas;
las cáscaras de almendra amontonadas
en un rincón, ajenas al diario trajín
hasta caer en el infierno de Dante;
los sacos de nitrato de Chile en la sala de espera
aguardando el turno estacional;
los higos chumbos con cara de pocos amigos
en la espuerta, desafiando al personal;
los higos secos en ceretes colocados
a buen recaudo con sigiloso celo;
el pan recogido a besos del suelo
en acción de gracias;
y camino de los secanos, antes de que detonara
la calima, se llenaba de agua la cantimplora o la calabaza
a fin de no caer en la extenuación, 
apagando la ambición y la sed.
En gastronomía, la socorrida cazuela
de papas con los ingredientes justos,
y el robusto guiso de hinojos con generosa pringue de la matanza;
las agobías de esparto pisando fuerte para mantener el tipo 
y acometer el milagro casi bíblico, convirtiendo el zumo de la vid
en jubilosos grados de colores: tinto, blanco o rosado;
y se mecían las mínimas almecinas en la copa del precipicio,
jugándose la vida los chiquillos
trepando por el tronco, como si del árbol del ahorcado
se tratase, por la acción del huracán.
La pertrechada talega con asalariada vitola
desplazándose por los Palmares
o los Morros en el coche de San Fernando;
el acarreo de gambullos de leña por entre aulagas y
espinos para avivar el fuego de la vida en la chimenea,
quemando los feos presagios;
y se echaba leña al fuego a veces, empeorando la situación,
y otras, el temeroso retoño vivía un infierno por el propósito de meterlo en cintura a base de leña,
abusando de la patria y potestad.
En días turbios sacaban pecho los escorpiones,
discurriendo por balates y acequias sembrando el pánico.
Les crujían las costillas por los pesados haces de esparto traídos desde Columba, haciendo el rebuzno del asno más llevadero el camino,
y pleiteando se hacían cestos, espuertas o serones, 
engordando sus ventas el endeble menú,
Y llegaba la alergia en primavera como reto, porque no había forma de deshilar la trama de los días,
y la vendimia francesa parloteando en la torre de Babel,
y la monda, llevando el gorrino al apero y hacerlo un hombre para el sacrificio del año que viene;
y los jumentos desfilaban cargados de cañas por caminos y calzadas pasando las de Caín,
mientras los muchachos se colgaban de las ubres 
chupando el dulce jugo.
Y a su debido tiempo llegaba el verde alimento de la alegría de la huerta
con un surtido de hortalizas y verduras 
entre sudor y lágrimas y peleados riegos;
y en horas bajas, harto calenturientas, infusiones de manzanilla con anís, 
no pudiendo faltar el ajo para el mal de ojo,
saliendo victorioso del huerto al que lo llevaron.
Los bailes concertados por los mayordomos
en la Placilla, cuántos celos y rencillas generaron
por las monedas de Judas para cambiar de pareja, 
haciendo acopio de caudales para vestir santos en las fiestas
y hacer felices a visitantes y lugareños con los fuegos
artificiales y las serenatas de la banda de música.
Y haciéndose de rogar, asomaban los membrillos 
en su lento amarillear,
y en la era de la Cruz giraba el columpio de la trilla, 
siendo el disfrute de la chiquillería.
Y las páginas del libro que nunca se leerán,
y la pareja rota por las goteras o palos de la vida,
coincidía en ocasiones al rehacerse con el pregón
callejero del hojalatero,
como si presagiara alguna sonada cencerrada:
"se restañan los en-seres agujereados de hojalata o porcelana 
o parejas".
Y celebraban los quintos su día grande
entregados al opíparo banquete 
del borrego o lo que cayese;
y como aurora boreal en el horizonte
llegaba el día de la Virgen, 
con fuegos musicales repartiendo santas bendiciones, 
y las mochilas rebosando sueños;
y después San Valentín y la Candelaria
con ardientes suspiros en el cocinado del choto
formando un corro en ameno cerro a fuego lento, 
ensimismados, y encendidas más si cabe las mejillas
por los resplandores del chisco,
degustando los vírgenes devaneos y los palmitos,
brindando por los idílicos brotes.
Y se hacían novenas y procesiones
para curar sequías, catástrofes o malas calenturas,
y si no se cubrían las expectativas,
iban en romería a Fray Leopoldo,
a la Virgen del Espino o a San Cayetano
quedando viva la esperanza
pidiendo al Todomisericordioso salud,
un año de nieves,... y a lo mejor algún milagrillo.





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