martes, 17 de abril de 2012

Pintar con huevo



Se tiró de cabeza a la piscina intentando hacer una pausa en el pensamiento, pues desde un tiempo a esta parte le aturdía el modo de pintar con huevo.
No acertaba con la definición exacta, aquella que le concitase la suficiente clarividencia para llevarlo a cabo.
En determinadas ocasiones se había sumergido en el mapa conceptual de los ovíparos, visitando, webs, granjas, observando nidos de pájaros y aves en alamedas y bosques, con los huevecillos recién puestos, o entrado en alguna galería de arte, donde hubiese una exposición de pintura relacionada con las aves, que estuviesen plasmados los componentes, alas, plumas, pico, cabeza y huevos, pero después de un denodado esfuerzo por desentrañar los más recónditos intríngulis de tales animales, no llegó nunca a captar el verdadero sentido o meollo del asunto, esa manera tan exótica y peculiar de pintar.
Así transcurrió un tiempo, fatigado y frustrado por los escasos resultados, indagando por todos los ámbitos de la creatividad artística, a través de los principales movimientos pictóricos de la historia de la humanidad, tales como, la escuela flamenca, veneciana, barroca, neoclásica, romántica, renacentista, surrealista, cubista, futurista, expresionista, impresionista, realista, fauvista o modernista, hasta que un día se desmelenó, y dijo ¡basta!, y cogiendo el huevo más gordo que había en la cocina, lo estrelló en un plato y empezó a pintar una catarata de imágenes y fantasías insondables, altamente nutritivas y cautivadoras, ganando el concurso de pintura de tema libre que se había convocado al efecto, sirviéndose para ello del huevo como la principal sustancia para configurar todo un mítico mundo de inspiración, sorprendiendo a propios y extraños.

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