domingo, 18 de diciembre de 2016

Lucía se dio la vuelta





Resultado de imagen de mujer sacando fotos




                                    
    Lucía se dio la vuelta para conocer la luz de la otra cara de la luna, y escudriñar a través de los secretos lunares los avatares humanos, luces y sombras, cabos o golfos, agua dulce o agua salada, cicatrices o meandros cardíacos, empatías o el ADN que los conforman.
   Y se dio la vuelta sin titubear al no haberse sentido llena con la escritura de relatos, poemas, libros y un sinnúmero de encuentros, vuela plumas y líricas veladas emulando a los insignes bardos y escribanos de la antigüedad, y quería ir más allá, horadar la cámara oculta de la vida, bucear por entre las ramas de esos campos quinqué, vela o linterna en mano alumbrando el negativo con su potencial de luz, yendo con una ardorosa antorcha a la caza del ser humano a la luz del día, cual otro Diógenes, registrando en su cámara la esencia de los mortales, los prístinos balbuceos, el discurrir de los sentires por los más diversos caminos.
   A fin de llevar a cabo su labor, no paraba mientes en descolgarse por pintorescos andamiajes o envenenados parajes atravesando puentes o el caminito del rey, entrando en mazmorras o galerías, cruzando despeñaderos o Despeñaperros, tablazos o chiringuitos con cangrejos, tablaos culturales o lóbregos refugios desempolvando la LUZ dormida en los cuerpos y objetos con su innato talento y tino, masticando a dos carrillos acariciados chicles de tierna simpatía, ingeniando cochuras, divinos fogonazos, digitales costuras, claroscuros o encendidas perspectivas con Photoshop y PhotoPad, bajando o subiendo por miradores benditos, reservadas calitas o laberínticas cuevas con incalculables tesoros.
   Para quilatar las quintaesencias que perseguía, viajaba sin descanso por allende los mares o montañas del sur o del norte, Canarias, Baleares, la Toscana y un sinfín de lugares, familiarizándose con los colores, con cada palmo del terreno que pisaba, con los caldos y condimentos, visitando cámara en ristre florecientes museos, clásicas esculturas, pinturas renacentistas y pueblos medievales captando al vuelo furtivas miradas, suspiros, sueños, lunares o vibrantes latires, haciendo casitas de papel o castillos de arena con el corazón partío a la vera del mar y la miel en los labios, esparciendo posteriormente el polen de sus beldades, proyecciones y vivencias fotográficas a manos llenas.
   Y si precisaba algún nuevo sostén para su álbum, volaba como paloma mensajera a la siguiente semana a donde hiciera falta, Venecia, Bilbao o a los escenarios de los premios Príncipe de Asturias.
   Y regresando de nuevo al terruño visitaba Frigi, la Axarquía, el Acebuchal o Periana disparando a tiro hecho sin cesar, emprendiéndola después, todo alma y corazón, con el certamen poético de la Barriada de las Protegidas, y descendía a renglón seguido a nado por las frescas aguas del río Chíllar desembocando en ardientes y alegres odiseas, en Aventuras del vivir, disfrutar y Escribir, y como broche de ensueño a tan dilatado currículo el proverbial aterrizaje en las lumínicas pistas de la fotografía, generando multicolores e ilusionantes géiseres y exuberantes pámpanos de auroras boreales.
   No cabe duda de que sería una pena que desapareciese de la faz de la Tierra su estela dejándonos huérfanos, sin nada que echarnos a la boca, privándonos de sus ricos bordados y cielo, atributos y dones, por lo que habría que pedirle con mucho tiento y cariño que amamante la idea de obsequiarnos con descendencia, dando por sentado que si acepta brotarán ipso facto de su vientre niñ@s a la carta.
   Y si para tan altruista recompensa se precisa algún exótico elixir de lugares lejanos, p. e. de Las islas Vírgenes, pues tráigase, y si aun así hubiera que echar mano de algún otro remedio, nada mejor que poner a su servicio el sofá capuchino (con orificio de coronilla) de la emperatriz Josefina, esposa de Napoleón, para la toma de íntimos vapores de fertilización, que hace milagros.
   Tampoco sería en ningún caso una felonía el hecho de que alguien en su legítimo derecho de celibato le tirase los tejos a tan celebrada dama, ofreciéndose para llevarla al altar, aunque como respuesta hará suyas las palabras del romance de Abenámar cuando el rey dice, "Si tú quisieses, Granada/, contigo me casaría/; daréte en arras y dote/ a Córdoba y a Sevilla/.  

-Casada soy, rey don Juan/, casada soy, que no viuda/; el moro que a mí me tiene/ muy grande bien me quería/...
   Por consiguiente, visto el fastuoso universo de seducción artística y amor creativo que hierve en sus venas, qué menos que exigir al Consistorio nerjeño la concesión de una beca vitalicia a Lucía, al objeto de que investigue con sus lumínicas herramientas y clarividencia las herrumbres del corazón y las tinieblas del ser humano hasta sus últimas consecuencias, a fin de acabar con el adocenamiento, el tedio y las espurias migrañas.                                



No hay comentarios: