martes, 27 de marzo de 2018

La física y los cuerpos celestes o un paseo por el universo



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   Se despertó aquel viernes con ganas de jugar, y empezó desnudando a los cuerpos celestes fascinado por las voluptuosas auroras boreales y los raros destellos de sus interioridades y contornos, sin caer en la descortesía o faltarles al respeto, y menos si cabe a la física por las beneficiosas operaciones que lleva a cabo a través de los factores de energía, materia, tiempo y espacio, a sabiendas de haberlo pactado anteriormente in péctore con ellos, Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno, iniciando de esa guisa un atmosférico periplo por las luces y las sombras, las noches y los días, montando un centro de investigación espacial siguiendo la sutil estela erudita de los 7 sabios de Grecia, que fueron en cierto modo los que colocaron la primera piedra.
   Hoy día la ciencia en general y la astrofísica y astronomía en particular progresan a pasos agigantados, como puede comprobarse a menudo leyendo las publicaciones de los diarios y medios, siendo en este menester los meteorólogos los que se llevan la palma, pues no cesan de informar a la gente sobre las inquietudes climatológicas a través de la ventana televisiva pronosticando el tiempo, viniendo a continuación los astrofísicos, como el recientemente fallecido Hawking, que no escatiman sacrificios ni energías utilizando todos los medios a su alcance para tan loable fin, como el telescopio Hubble entre otros, descubriendo todo tipo de objetos exóticos, cuásares, púlsares, radiogalaxias o estrellas de neutrones, etc., no dejando títere con cabeza, dejando para más adelante los ya familiares, Sol, estrellas, cometas, meteoritos y asteroides junto con las galaxias, vía láctea o satélites artificiales.
   Y entrando en materia, por las mismas tripas de la orografía espacial, sus prístinos veneros, no sin antes haber puesto en valor la industria guajareña con sus empresas científicas, los antiguos molinos hidráulicos, almazaras e industriosas fábricas generadoras de luz con los saltos de agua del río de la Toba, alumbrando el intelecto y al vecindario de la comarca, escudriñar los más recónditos arcanos del globo terráqueo disfrutando de sus inconmensurables y lúdicos encantos, bocados de cielo y cuerpos yogures o celestiales navegando viento en popa por el espacio, aunque guardando las distancias y siendo precavidos por si brotasen coyunturales ciclogénesis explosivas con asesinas intenciones, traicioneros meteoritos o pedruscos a la vuelta  de la esquina por el firmamento, como si volasen como el rayo por los vericuetos galácticos sustanciando las virutas y desechos del bosque cósmico, los agujeros negros u otros gazapos aéreo-flotantes.
   Al hilo de la cuestión palpitante, cabría preguntarse por qué hay astros enanos, al igual que mentes cortas de vista o ciegos que ven más allá que el potente telescopio, el prismático o las lupas ópticas. ¿Y nadie responde?
   Aquella mañana le despertaron los sones melodiosos de una canción, “Éstas son las mañanitas que cantaba el rey David…el día en que tú naciste, nacieron todas las flores"… alegrando los primeros tragos matutinos, y urgiéndole a zambullirse en los pensares que rumiaba, tomando carretera y manta lanzándose por las isobaras del espacio indagando si allá en las cimas de los cielos habría también seres vivos con ganas de echarse una partida de cartas, tomar un mojito o echar una cana al aire, entrando así mismo en sus planes de vuelo ponerse en lista de espera para un futuro viaje interplanetario de placer o luna de miel con idea de callarle la boca a los vocingleros poetas románticos, tan dados a las quimeras o enrocarse en las fantasías siderales, y que Dios reparta suerte.
   Mientras tanto la vida sigue, y en la agenda del día le tocaba visitar unas cuevas llamadas de Almanzora, un pueblito perdido en el universo de su cerebro, aunque próximo al área donde se hospedaba durante la excursión y harto célebre por los yacimientos de la cultura argárica de Almería, convertida ahora en la huerta del mundo por sus hortalizas bajo mares de plástico echando por tierra el tópico de tierra de esparto y legaña, de forma que ni corto ni perezoso y arrastrado por los ritmos de las mañanitas se tiró al monte del risueño día feliz y contento, siendo acariciado por un ceferillo marino que hacía cabriolas en el horizonte alborotando el cabello.
   Sin embargo no podía caer en saco roto el papelón de que fue objeto, al haber pasado no pocas noches en vela intentando hincar el diente a la Física y los cuerpos celestes (tan provocativos ellos) por los esquivos que se mostraban, no encontrando la chispa que encendiera la mecha de los fuegos que venían a cuento, la construcción de un corpus acorde con los cánones científicos, y en vista de ello, con el fin de aliviar en parte el descalabro, se descolgó por la cosmogonía de los poetas románticos, en un acto repentino de aquí te pillo y aquí te mato, intentando salvar los muebles por el inesperado naufragio, o por amor propio tal vez, emulando a Bécquer con el arpa o Espronceda con los piratas, en donde ya se apuntaba el mundo social de los okupas, marginados o excluidos, dejándose llevar por los vientos siderales y lunáticos satélites masticando chicle o montes de las ánimas, paisajes solitarios o subversivos cementerios, estados de ánimo o caprichosos asteroides, compungidas estrellas o pálidas lunas en el mar rielando, leyendas de misterio o pendencieros bucaneros, celestes hecatombes o tétricas ayes del más allá (¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos!), y con la inspiración de su estro tocar el cielo, y diseñar sueños procurando atemperar tsunamis, tornados humanos o ataques de nervios en la vida breve del vivir, con fiables señas de identidad y al cobijo del frondoso árbol romántico nutriéndose con los caldos y zumos de la física escalando la exosfera, estratosfera, troposfera a través de  sus íntimos formularios o caminos que conducen a los conceptos de fuerza, masa, velocidad, potencia o energía, entre otros interrogantes.
   Para tan espinosa asunto se dispuso a abrir las ventanas telúricas y de los sentidos haciendo un amasijo de limo modelando soles, cometas y figurillas pensantes infundiéndole alma y ánimos, así como estrellas rutilantes, jugando como un niño en la arena de la playa construyendo castillos, o emulando al Todopoderoso Dios en el proceso de la Creación del universo reconstruyendo el puzzle de los años estudiantiles, colocando las piezas cognitivas en el sitio justo, una sobre otra, empezando por lo primigenio de sus madres, como el buen vino, y proseguir por los diferentes escenarios de las eras geológicas revirtiendo a la madre naturaleza a su antiguo esplendor, dibujando al ser humano en un paraíso como en sus mejores tiempos, rubricando luego en las cavernas el creativo arte rupestre con el corazón partío por la pérdida de un amor o el ataque salvaje de alguna fiera, y posteriormente, una vez que se decidió por la vida sedentaria, realizar las labores del campo, siembra, recolecta y almacenamiento o venta de los ricos productos poniendo a prueba el cerebro con el cálculo del debe y el haber, o la trigonometría despejando incógnitas en el campo de la física, la matemática o de otras materias.
    Fue recopilando todo cuanto merecía la pena por el camino, por las creaciones físicas y líricas de los vates románticos, todo aquello que tendía puentes con la estructura y el edificio del globo terráqueo, tapando agujeros negros de todos los calibres a fin de esclarecer de alguna manera los valiosos contenidos de la física.
   Con toda aquella balumba en ciernes, fue penetrando poco a poco por los orificios de la sustancia cósmica protegiéndose de posibles contagios e insectos con una especie de escafandra, sumergiéndose en sus hidroeléctricas potencias a la espera de que se hiciese la luz de verdad, y se iluminaran los oscuros túneles para llegar a la guarida.      
   Y sin esperarlo, según caminaba, se topó con un conocido:   
   -Buenos días tenga usted, Benedicto.
   -Hola, buen amigo.
   -Mire, ando confuso en un universo de nebulosa física y cuerpos celestes, y no sabe lo que le agradecería que me lo aclarase, me haría usted un hombre.
   -¿ Y cómo ha llegado usted a eso?
   -Que me bloqueé de tal forma que no vislumbraba nada potable bajo el sol, fíjese lo absurdo, algo que hiciera referencia a ese misterioso mundo, en cambio, mire usted por donde la química sí que ofrece salidas, al disponer de un tren de frutas apetitosas como son los chascarrillos, bizarrías o anécdotas pertinentes acaecidos con el paso del tiempo y por los más diversos contextos y avatares. Basta encender la tele y aparecen de repente como por generación espontánea programas y más programas de entretenimiento denominados de basura, produciendo ríos de tinta o romances sin cuento en las más taradas romerías, casorios o duelos, lo suficiente como para escribir todos los libros del mundo con sus frívolos materiales, habladurías, bulos, rencillas, engaños, verdades a medias, acaparando verdaderas toneladas de droga putrefacta y dura sobrevolando las cabezas y luces de los escandalosos conversadores, personajes o personajillos que se desgañitan (por la pasta gansa) despellejando al más pintado o entre ellos mismos sin el menor reparo lanzándose puyas, peladillas, diatribas u otras lindezas hilvanadas en negros ovillos, cual manzanas podridas o lobos con piel de cordero con todo el descaro del mundo, así como los más rocambolescos  montajes o tejemanejes y S.O.S televisivos de sálvese quien pueda, brillando la química como los chorros del oro, y toda la pléyade se abraza a ella como a un clavo ardiendo montando lo que no está en los escritos enriqueciéndose a espuertas llenas, de modo que ni ellos mismos se lo creen, creando hipotéticos nidos virtuales, artificiales chiringuitos en el rebalaje, postizas historias o romances o las más inverosímiles y evanescentes fruslerías.
   En esas andaba, cuando observando a unos hombres que trabajaban en una obra, la nieta dijo tajante al abuelo que, ni estaban haciendo un trabajo ni perdían energía. La aseveración de la nieta le impactó. Los operarios se hallaban reparando un desperfecto en un bloque de vecinos, una columna que se negaba a cumplir su misión, y uno de ellos estaba debajo sujetando la tarima en el lugar donde se había producido el desajuste, porque encima había varios objetos que podían caerse al suelo, mientras los otros operarios buscaban presurosos un soporte firme y fiable para solventarlo.
   Como se oyeron algunas quejas y lamentos del hombre que sostenía el andamiaje improvisado, al decir que estaba realizando un trabajo  y que pronto se le agotaría la energía, la nieta entonces sale al quite negándolo con rotundidad apuntando: Ese obrero estaba inmóvil y si no se mueve no hay desplazamiento y por ende no realiza ningún trabajo. Apostilló que unos días antes lo había estado estudiando en clase de Física. El abuelo volvió a la carga corroborando que consumía energía realizando ese trabajo. Y la nieta persistía negándolo, y abandonaron la discusión para tiempos mejores.
   No quería el abuelo meterse en camisa de once varas, ya que en ocasiones la memoria le hacía alguna de las suyas, sin embargo la tesis de la nieta le recordaba algo que estudió en su tiempo, pero que no había llegado a captar con las explicaciones del profesor.
   Al regresar a la guarida decidió consultar algún manual sobre la energía y el trabajo de los que utilizó entonces, donde indicaba que la energía es "la capacidad para realizar un trabajo", pero luego decía que es el producto de la fuerza por el camino que recorre su punto de aplicación, y seguía sin comprenderlo.   
   Por otro lado la física presenta no pocas áreas de investigación, como son la
acústica, electromagnética, mecánica, óptica, termodinámica, atómica, nuclear, mecánica, cuántica, materia condensada, biofísica, cosmología o astrofísica.
   De todas formas doctores tiene la madre ciencia, siendo ellos los que tienen la última palabra, dejando para otros momentos, no por ello menos gloriosos, la evasión y reivindicaciones románticas, libertad del artista, exaltación de las emociones y sentimientos rumbo a la imaginación y a la más altas cotas creativas.
   Y para terminar el paseo unos versos de Bécquer: "Por una mirada un mundo/, por una sonrisa un cielo/, por un beso...yo no sé/ qué te diera por un beso.