viernes, 12 de febrero de 2021

El algodón no engaña

Es sabido que siempre se rompe la soga por lo más delgado, y la excepción confirma la regla. Fue lo que acaeció en el affaire que nos ocupa, por ello no se puede vender la piel del oso antes de cazarlo. El trajín cotidiano delata los roces de los zapatos pateando las calles o frías baldosas de las aceras retratando los impulsos interiores, que al unísono se van descargando o transformando. La mente humana cifra a veces los procedimientos y obsesiones en lo primero que se le viene a la boca, exhalando sentencias como si de la Biblia se tratara. Virtu, en su pubertad, tuvo no pocos escrúpulos, y con el trascurso del tiempo no se le abría una ventana en su vida por donde evadirse o recibir luz, algún rayo de esperanza que echase por tierra los sinsabores o la fuerte atracción que sentía por los fulgores del espíritu, tal vez porque su ambiente familiar era tan hermético y angosto que no le dejaba expansionarse, vivir a su aire. Con el paso de los años no hallaba una salida a su oscuro estado de ánimo, y ante tanta incertidumbre y desánimo, si bien lo llevaba con no poco sigilo, se dijo para sus adentros, ya lo tengo, me meto a monja y me libero, y de esa guisa conseguiré un esposo como Dios manda para toda la eternidad, no teniendo que mendigar en los mercadillos fiesteros de invierno o en chollos verbeneros a bajo precio en la intemperie dando unos pasos inciertos o anodinos. Como dice el proverbio, del dicho al hecho hay un gran techo, por lo que no las tenía todas consigo generado a la sazón por las rarezas que le acechaban, unas extrañas limitaciones que le impedían volar libremente a su antojo, como era el mal olor del aliento o los inoportunos ataques de asma que le rompían el ritmo de vida, y la dejaban de pronto en el dique seco, obligada a llevar una vida constreñida y con bastante sacrificio. Para sacudirse la pusilanimidad o sopor que la embargaba se fue una noche con un@s amig@s a las fiestas del pueblo vecino con idea de soltarse el pelo y divertirse como nunca había hecho, y al regresar caminando por la carretera de madrugada llegó un coche que paró de repente a su altura y con la rapidez del rayo se bajaron dos individuos amordazándola, toda vez que se hallaba un tanto alejada del grupo por molestias de sus zapatos introduciéndola en el maletero del vehículo, y con las mismas desaparecieron como si de un platillo volante se tratase. Y al cabo del tiempo no se sabía nada de su paradero, y el día de San Valentín a los primeros rayos de sol asomaba acompañada de un galán como en un desfile de modelos por la pasarela, tan radiante y hermosa que no la reconocían ni los más allegados. Su trabajo le costó engatusar con sus ardides a un vigilante del secuestro para que la llevase a la fiesta prometiéndole por lo que ella más quería en este mundo que estaba locamente enamorada de él, volviendo luego al zulo. Un tiempo después llevando con nervios de acero y mucha inteligencia su incierto secuestro, que se le hacía eterno, ideó una fuga, pergeñándola cuando el guardián se había dormido, y con las mismas pilló las de Villadiego presentándose en el pueblo acabando felizmente el calvario, verificándose el dicho popular, nunca es tarde si la dicha es buena. Mas Virtu por su espíritu aventurero y travieso no cesaba en sus anhelos de saber y conocer mundos, personas, culturas, y merodeaba por los más inverosímiles resquicios degustando caricias, licores, ambientes, privilegiadas recepciones que se le ponían por delante, y no se conformaba con cualquier cosa, cayendo más pronto que tarde en la desesperanza y cansino hastío, mostrando el lado más lastimero en galopante depresión y una penosa ansiedad, y a fin de encontrar sosiego y aplomo en el alma acudía con frecuencia a la parroquia apuntándose a cursillos que proliferaban por tales fechas en la comarca debido al incesante incremento de pobres que iban engrosando las filas del paro y el hambre por mor de una inmisericorde pandemia. Finalmente quiso darle sentido a su vida, y liándose la manta a la cabeza tomó los hábitos haciendo votos de pobreza, castidad y obediencia, aterrizando en la vida espiritual del convento como una estrella que viniese con la estatuilla del óscar en la mano. Las monjas la recibieron con los brazos abiertos, irrigándola de innumerables parabienes y regocijos, sintiéndose sumamente satisfechas y felices. Sin embargo, no era oro todo lo que relucía, ya que en las horas más tontas de los rezos se venía abajo al penetrar por su pecho un aire rebelde y fresco del mundanal ruido que le hablaba al oído voluptuoso e inquieto, y para acallarlo se sentía impulsada a acercase a la capilla a hacer penitencia rezando rosarios encadenados, con objeto de atemperar el fogoso fuego de las tentaciones. Y en esa pugna y tortuoso caminar transcurría el tiempo, y como no hay mal que por bien no venga ni enfermedad que cien años dure, cierto día tuvo que acudir a urgencias por un golpe de asma, siendo hospitalizada por prescripción facultativa. El médico de guardia era una persona afable y tierna cayéndole en gracia a Virtu, y a media mañana, cuando le dieron el alta para regresar al convento de clausura sufrió un nuevo desvanecimiento, hasta el punto de necesitar el recurso de boca a boca, y cuál no fue el milagro que se produjo cuando una vez recuperada de los síntomas que la atormentaban se quedó prendada del médico, no queriendo despegarse de él y menos aún volver al convento. Al cabo de un lapso de tiempo la madre superiora toda preocupada y molesta por la tardanza telefoneó al centro médico preguntando por Virtu, pero ella no quería saber nada, y entre los aspavientos que exhalaba y unas cosas y otras con la bata de enfermería que llevaba se enganchó al galeno y ambos, como el que no hace la cosa, atravesaron el umbral del hospital y echaron a volar cogidos de la mano mirándose a los ojos, mostrando una envidiable y efusiva felicidad. Ante el exasperado nerviosismo de la Comunidad por la ausencia de Virtu, llamaron a la guardia civil por si había sido víctima de algún atropello o secuestro, como suele ocurrir en esos casos cuando alguien no da señales de vida, pero el algodón no engaña, y sus labios rojos aparecían esculpidos en los del doctor. La prueba del algodón lo rubricó con dulzura, al pasar por el corazón de carmín que había dibujado en la mejilla.

jueves, 4 de febrero de 2021

Ángeles y milagros

CITA: Quiero una pureza clásica, donde la porquería sea porquería y los ángeles sean ángeles. "Primavera negra", Henry Miller. Aquel día se fue Leo muy temprano de senderismo por los caminos indicados del terreno, y al pisar el verdor de la ruta oía los sones de una canción de Machín, “Pintor nacido en mi tierra,…/aunque la Virgen sea blanca, /píntame angelitos negros/, que también se van al cielo/ todos los negritos buenos//… Esta canción encerraba en sus notas con radiante brillo el término angelitos, destilando cariño y afecto de corazón, hirviendo en sus venas unas irrefrenables ansias a su favor, pidiendo que se admita a trámite emocional la intachable bondad de estos insignes personajes del paraíso celestial, que transitaron por los más diversos escenarios, como el Paraíso Terrenal cuando Adán y Eva vivían felices en su regazo disfrutando a raudales, siendo los mejores años de su vida en la tierra, hasta que llegaron los guardianes de turno enviados por orden del Todopoderoso poniéndolos de patitas en la calle en menos que canta un gallo, un desahucio en toda regla y muy duro, sin grupos de apoyo pregonándolo ni paparazzi o cámaras de televisión al acecho. Los ángeles han navegado también por múltiples lugares, escenarios y aventuras a través de los siglos. Y haciendo Leo un alto en el camino, se puso a reflexionar sobre la controversia de algunos colectivos que levantan la voz en contra de los ángeles, preguntándose si en verdad existen o no, si ocupan un espacio físico, si tributan a Hacienda, si salen a pasear por ríos, valles o alcores, si tienen sexo o qué relación guardan con los humanos, y por otro lado está la historia de los ángeles malos o los denominados demonios, si eso es un bulo o existen de verdad. No cabe duda de que la fantasía humana ha elaborado un rico muestrario de apelativos para nombrarlos: belcebú, diablo, Mefistófeles, lucifer, satanás, satán, leviatán, anticristo, etc., y después de la riqueza de vocablos ¿cómo se explica la paradoja por cuestionarse su existencia? Crece el interés por conocer a fondo las esencias teológico-religioso-cognitivas, y esclarecer los misterios que configuran el mundo angelical, y estableció Leo una mesa redonda con todo lujo de detalles donde cada cual expresase sus opiniones y argumentos al respecto: -Paquito es un ángel – dijo él. -Pues fíjate, te doy las gracias por el valioso juicio – dijo ella. -Bueno, pero no quiero meterme en camisa de once varas –dijo él. -Ignoro por qué lo dices –dijo ella. --Si te soy sincero diré que hay muchas contradicciones respecto a tan espinoso asunto; unos lo tildan de quimera, entelequia, mito o leyenda; y otros lo asumen como sentencia firme del Supremo Hacedor con sus cimientos anclados en la realidad, llegando a afirmar que los ángeles se pueden tocar, acariciar, incluso ir cogidos de su mano por las grandes avenidas urbanas, por lo que en ningún caso procede negar su presencia en el devenir de los días, y rubricar que viven con personas, con las criaturas mediante atractivos signos como seres espirituales que son y de rancio abolengo, que campan a sus anchas por los campos más inverosímiles del arte y de la ciencia, a saber, belleza, literatura, pintura, música o puntuales atisbos espirituales abocando al éxtasis, entre otros enfoques coyunturales o escuelas: --Resulta bochornoso pretender borrar a los ángeles de la faz de la tierra de un plumazo como si fuesen una sustancia tóxica, que envenenan la límpida savia del corazón humano –dijo él. --Bien, se puede argüir que tales aseveraciones están muy lejos de la teoría de los iconoclastas o activistas detractores de sus esencias, que promueven su fulminación a toda costa y no queda la cosa ahí, sino que llegan a pegarle fuego a monumentos conmemorativos de ilustres figuras que en su día dieron el do de pecho y marcaron un hito en la historia de la Humanidad, orquestándose una furibunda ola de asedio contra sus huellas, confundiendo el rábano con las hojas. --Tan desafortunada ola se ha ido expandiendo como el fuego por todo el globo, habiendo surgido por los abusos de la raza como otra Santa Inquisición, aboliendo los sentimientos, virtudes y gestas de tantas personas inconmensurables que se movieron por hacer el bien, almas que vivieron y murieron dando su vida por los demás o por Dios con sus virtudes y defectos y modus vivendi, formando parte de su ser. --Tales creencias suponen en multitud de casos unas muletas que les ayudan a caminar por los ásperos derroteros del vivir, y sin ellas se quedarían cojos o incluso ciegos en muchos aspectos, ya que necesitan un ser o un algo prodigioso y excelso por encima de los humanos que vele por ellos y les haga más fácil la vida, de lo contrario se asfixiarían en la cansina travesía del mundanal ruido. --Hay quien piensa que si no existiese un Dios habría que inventarlo para que siga funcionando la maquinaria del mundo, bebiendo sorbos de té y vida y brote el amor, que no es poco –dijo ella. Hay autorizadas voces de hombres de ciencia que niegan a machamartillo la existencia de Dios, un ser soberano, eterno, omnipotente, misericordioso, porfiando que son pueriles visiones amasadas por la fantasía humana, y no deja de ser una pura patraña, algo sacado de la chistera por los contadores de cuentos. Sin embargo, qué raro resultaría para los humanos confeccionar un mapa conceptual con su ausencia, o pretender amasar sueños creativos, utopías de cualquier índole o idiosincrasia sin harina y levadura de los gloriosos ángeles. Cuando se quiere resaltar lo intangible de algo con cualidades sublimes, de suma inocencia o excelsa nobleza referidas a hijos, nietos u otras personas, echamos mano de identificadores fiables, sólidos, concluyentes utilizando en multitud de ocasiones el acuñado concepto de ángel- ángeles, y sería harto complejo el discurrir de los mortales si dicho puzzle vital se trastocase de sopetón, y no entrasen a formar parte de la estructura logística y discursiva en la que nos movemos, porque se complicaría aún más las relaciones humanas a la hora de catalogar sin ellos a las criaturas en buenas o malas personas, sería una memez llamar cariñosamente angelitos a los bebés al venir al mundo. Sin su existencia se desmoronarían portentosas torres o castillos de los sentires, desequilibrando el discurrir humano, tal como figura estructurado hasta el día de hoy. De lo contrario la forma de vivir y pensar cambiaría de chaqueta, y sus coordenadas turbarían los cerebros más castizos, como le ocurrió a la paloma de Alberti que, “por ir al norte, fue al sur… /creyó que el trigo era agua/, se equivocaba”. Y por otro lado hacen no poco ruido los ángeles demonios, aquellos que rompiendo el pacto con Dios se sublevaron y cayeron en desgracia según las palabras bíblicas, misterios tras misterios de creencias fundamentadas en la fe, que mueve montañas. A tan rebeldes e insumisos ángeles se les ha considerado como enemigos del bien y de Dios, siendo el reverso de la moneda, atribuyéndoles toda clase de males, desmanes y malas artes, etiquetándolos como verdaderos demonios, mala hierba o cizaña, y responsables de casi todos los males del cosmos por su poder corrosivo y altamente contaminador. A los niños al ir a dormir les enseñan oraciones o villancicos con letras angelicales para hacer más tiernos y dulces los sueños, aliviando los miedos o el hastío del vivir, como las cuatro esquinitas de la cama, o las samaritanas o buenas maneras del ángel de la guarda en los momentos más críticos de la existencia, estando al borde del precipicio, siendo muy propensa a estos cataclismos la infancia. El término milagro está enraizado en el alma humana de tal forma que habría que remover Roma con Santiago para arrancarlo de sus entrañas y del mapa lingüístico. Así se dice, por ejemplo, se salvó de milagro de un tiburón que le pisaba los talones al tirarse al mar, y lo cuenta la gente con la mayor naturalidad señalando una situación límite, que se ha superado in extremis. Todo este cuadro celestial está hirviendo en las cálidas aguas de la fe, en la creencia de las doctrinas que se han impartido en los púlpitos de los templos a través de inviernos y veranos de siglos recorriendo el mundo por mandato divino a los apóstoles, cuando dijo: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura”. La gente que no comulga con tales expresiones o teorías, aunque no quieran, hacen uso igualmente por imperativo legal a la hora de referir o valorar los distintos eventos o comportamientos de los mortales, porque no hay otra fórmula para exteriorizar las vivencias y sensaciones sobrenaturales por mucha aversión o afanes de la persona por escamotear o ningunearlos, al fin y al cabo tiene que echar mano del diccionario al uso, vocablos que duermen esperando una mano que los acaricie, y todo el mundo los maneja a su pesar. A lo largo de la historia ha habido toda clase de corrientes filosóficas o intelectuales que han defendido una teoría o la contraria en cuanto a la religión, como los agnósticos, ateos, o sectas, etc, y así va rodando la bola, unos a favor y otros en contra. Si bien, cabría señalar las innumerables guerras de religión provocadas por tales motivos de fanatismo religioso, como las Cruzadas. Es imperdonable que en nombre de un Dios cristiano o mahometano o similar se ajusticie a muerte a alguna criaturita. Alguien dijo: si la religión no existiera, habría que inventarla. Pensando que la mente humana no se conforma con ser animalito, piedra o árbol que nace, crece, se desarrolla y muere sin más misterio, toda vez que el ser humano aspira a cobrarse una nueva pieza, a ser inmortal mediante su espíritu, como un eterno Dios…. Y de milagros, el habla popular está sembrada de expresiones puntuales, hay dichos de milagros hasta en la sopa en el correr de los días, y en los Evangelios como algo sagrado, así el célebre Lázaro, que le dice Jesucristo, “ Lázaro, levántate y anda”, después de estar muerto; esos hechos los dan por válidos quienes tienen fe, en cambio el que no lo comparte, lo niega. Y así, a través de los siglos, y la iglesia católica hace santos a quienes realizan milagros de verdad según atestigua, pero el escollo crucial estriba en que no se ven apenas ni palpan los pilares de la fe o los ángeles, ésa es la madre del cordero, la cuestión palpitante, pues sólo consiste en creer lo que no se ve, como el inmortal dilema de Shakespeare, to bee or not to bee, o los versos de Bécquer: “Ay, pensé, cuántas veces el genio/ así duerme en el fondo del alma/, y una voz como Lázaro espera/ que le diga: Levántate y anda//.