Entre el fragor de mercantiles aquelarres,
brotaba una pestilente marea que anegaba el espíritu humano.
(Una
joven pareja se encuentra en la alcoba ante una situación harto tétrica y
sombría al despuntar el alba, debido a que vive un calvario con una hipoteca, el
paro y el desahucio).
-Ladiiiis…. cariño, buenos días. Hoy es
lunes.
-ÑÑÑÑÑÑÑÑÑÑÑÑÑÑÑÑÑÑOOO. Otro lunes al sol.
-Levántate, y piensa en el proverbio
popular, a quien madruga…. ¿sabes por dónde camina la manecilla del reloj?
-Ufffffffffffff…uhmmmm… ¡ayyyyy, qué engaño de vida!
-El bebé y el perro lloran de hambre.
-Estoy sin ojos, y no vislumbro nada en el
horizonte.
-Y sin un duro, no te jodes.
-A ver si consigo volcarme un poco hacia el
otro lado del colchón.
-No son momentos de acomodamiento, y menos de
vender humo.
-A propósito, ¿y el tabaco?
-Cómo, Ladis, en qué piensas, tírate a la
piscina.
-Nena, no me puedo mover.
-Pues haz un poder, por los clavos de Cristo,
no inviertas en la barca de Caronte.
-He perdido el sentido de responsabilidad y las
llaves de la esperanza, y se han hecho añicos las páginas de la memoria.
-Anoche estuviste un tanto derrochón, aunque
no tirases la casa por la ventana, pero casi, al dejar el coche de tus sueños en
prohibido, como si lo odiaras.
-(Incesantes abrimientos de boca). Por
favor, con quién tengo el gusto de hablar, no será alguien de los que me bombardean
noche y día con alguna factura.
-No te hagas el listo, Ladislao, soy tu sufrida
mujer. Te decía que dejaste el coche anoche en carga y descarga, creyendo que todo
el monte es orégano, y la grúa cumpliendo
con su misión lo ha puesto en su sitio, según me acaba de comunicar el amigo
policía, que bien poco hace por aliviar nuestras penurias, y a todo esto, a ver
cómo se rescata.
-De qué me hablas, cariño, no articulo.
-Vamos, Ladislao, no te escudes en
entelequias, no te acuerdas de tus caprichitos, cuando presumías de ser un tipo
duro, como en las películas; anda y levántate de una vez, coño, no seas un pusilánime.
-No sé qué me ha entrado. Vas a tener que llevarme
a urgencias.
-Ya vale, jolines, haz algo por los demás,
por la pobre prole.
-Apáñame una brújula o un GPS si quieres que
me oriente en el proceloso mar por donde navego.
-Escucha, majo, no hay ni una gota de pan
ni…
-Espera, nena, no reparo en tus advertencias,
¿qué querías?
-No te hagas el remolón.
-Me asfixio, nena, estoy molestísimo.
-Qué te ocurre, Ladislao.
-Me siento incapacitado, con remembranzas
kafkianas. Algo extraño tengo, necesito oxígeno.
-Échale coraje a la vida. Necesitas un empleo,
y es hora ya de que abandones el hábito de fumar y entierres las ínfulas de las
épocas de esplendor.
-Pero si llevo dos semanas sin saborearlo.
-Algunas veces me asaltan los demonios, en
qué mala hora te regaló el amigo el cartón de tabaco. Seguro que anhela abreviar
tu agenda, aportando su granito de arena, a sabiendas de la rotunda sentencia
de la cajetilla, fumar causa una muerta
segura.
-Uhm,
osúu, uhmmmmmmmmmm…vade retro.
-¿Y anoche qué acaeció?
-No sé a qué te refieres.
-Ay, qué tiempos aquellos, o mores.
-¿Cómo dices?
-Mira, esto pasa de castaño oscuro. Pues si
el tabaco mata, que sepas que te estás burlando de todo el mundo, ya que, echando
las cuentas a ojo de buen cubero, entonces te sobran ya unos cuantos lustros de
vida.
-Pero, ahora que recuerdo, ¿no me embargaron
todos los bienes por las deudas?
-¡Qué gracioso! Olvidaste que un alma
caritativa las amortizó.
-Bueno,
y a estas alturas, ¿para qué seguir viviendo?.
-Algunas veces mastico culebras, la misma desgracia.
Se puede saber qué pretendes.
-Si acaso, sería mejor vender lo que nos
quede al mejor postor, o en todo caso hacer un trueque por alimentos y tabaco, no
te parece.
-Ya está bien, Ladislao, ¿quieres hablar
como un adulto cuerdo?
-Mira, nena, no quiero oír hablar de propiedades,
me siento un menesteroso tetrapléjico.
-Pero, ¿y el compromiso paternal?
-Me gustaría
despedirme de este mundo.
-¿Y no recuerdas tus obsesiones por el
carnaval de Venecia, los cruceros o los coches
de alta gama, que parecía como si en ello te fuera la vida?
-Nena, solo me atrae la nicotina, que me den
veneno, como la canción, y por supuesto el pan para nuestros hijos.
-¿Ladis,
desde cuándo no entra una perra chica en esta casa?
-Agua,
por fa, un trago de agua.
-Toma, bebe…
A ver, alza la vista, y goza imaginando el trotar de los retoños por la
playa, el parque o el bosque, y ensancha el corazón bebiendo los resplandores
que bullen en la ventana.
-¿Qué dibujas, nena?
-Lo que oyes, y agénciate un empleo de una
puñetera vez.
-Pschssss, a la mierda el dinero, las posesiones.
-Ladislao, quién lo iba a decir…En aquella
época recorrías la ceca y la meca en pos del más pueril de los antojos.
-Nena, esto es un infarto, me duele el
aliento, las muñecas, los brazos, y un fuerte dolor me golpea en el pecho.
-Vamos, no seas hipocondríaco. Eso se
arregla con tila, rápido, tómate una taza bien cargada.
-Noto que va en serio. Se me nubla la existencia.
-Ladislao, alárgame el whatsApp, será mejor
que llame a la funeraria y nos entierren juntos a todos, ya que con esta vida
que llevamos, cuanto más muerta mejor, o no querrás que me haga una mujer de la
vida para regalarte la manutención. Escucha, he llegado a la conclusión de que el
verdadero objetivo del matrimonio se fundamenta en la comunicación. Es lo que
más se echa en falta por raro que parezca, la profusión de anécdotas y comentarios
diarios sobre cualquier fruslería, siendo sin duda lo único importante en el discurrir
de los días.
- Y entonces…
-Pues que si nuestra pieza teatral hubiese
sido de esta guisa, otro gallo cantaría. Manos a la obra, Ladislao. No te
enredes en roles kafkianos. Pega un salto de la cama, aunque seas un insecto, y
reparte por doquier currículos como un loco, que el hambre no espera. Ayer, amaneció
dormido en la jaula el canario, en dulce sueño, y anteayer caía exhausto por la
mugrienta tapia del huerto el gato Mefistófeles, medio vivo, acaso porque le
quedaba alguna vida de las que goza, pero y nosotros, ¿lo podremos contar
mañana? Si al menos movieses un dedo y remedaras en algo a Noé, fabricando una vasta
barcaza, como él, cuando luchaba entre la vida y la muerte, como ahora nosotros,
por aquellos duros temporales que se le avecinaban, y cogiendo el toro por los
cuernos solucionó el problema, metiendo en la nave un ejemplar de cada especie,
para que el apocalipsis no se cebase con ellos, y sacando pecho sacó a flote en
un envidiable acto solidario a toda la prole del mundo mundial.
Sin embargo, la barbarie y la ignominia de
la vida muelle arrollan con saña los símbolos vitales, al creerse dueños
los mortales de la fortuna y su destino, desmoronándose el emporio como un castillo
de naipes, al emular el canto de las cigarras, no calibrando que al acabar el
verano se acabó el banquete.
No hay comentarios:
Publicar un comentario