viernes, 25 de diciembre de 2020

Estornudo

La Casita de Papel motrileña en su siglo de oro brillaba con luz propia, y era un espacio frecuentado por el mundo joven, que acudía a beber sus aguas y cargar de ilusiones y sueños los corazones, expandiéndolos por las innumerables estelas del horizonte. Aquella noche se hallaba el local como una rosa, exornado con todo lujo de detalles, globos y luces de colores anunciando la llegada de las fiestas navideñas, e invitaba a pasar en su regazo una dichosa velada en animada compañía. Y en ésas andaba Luis, cuando de pronto se desencadenó lo más inesperado. Nunca se sabe lo que hay detrás de la puerta verde. De pronto empezó a oírse por un extremo del recinto agresivos estornudos que clamaban al cielo, achísss…achísss…achísss, y de manera muy meditada y reiterativa iban subiendo de tono, y luego la correspondiente respuesta de amigas del grupo, Jesús, María y José a coro, si bien algo nerviosas, porque retumbaban con más fuerza cada vez en el aire sereno de la Casita, cayendo como un jarro de agua fría en el sosegado ambiente sembrando un agrio malestar entre los presentes, y más aún cuando se supo que eran fingidos, y hasta tal punto arreciaban los decibelios que las amigas se miraban estupefactas y encendidas, sintiéndose turbadas exteriorizando un cierto enojo, al percatarse de que era una jugarreta amañada por una de ellas, exhibiendo una falta de educación y respeto hacia los demás, hasta que finalmente Manuela se explayó desgranando el misterio a todas ellas, el leitmotiv de tamaña empresa. Manuela quería por todos los medios llamar la atención de Luis, su pretendiente en ciernes, porque, según ella, esa noche andaba enredando más de la cuenta y sacando los pies del plato con otra chica, y parecía desde lejos que le acariciaba la mano, aunque sólo tocaba el reloj de pulsera que lucía ella toda orgullosa en la muñeca, ocasionándole una mayúscula excitación superior a sus fuerzas, y que iba en aumento, haciendo su agosto los celos. Por ello instaba a las amigas a que colaborasen y acrecentaran a coro el estruendo, y con las mismas apretaban con toda energía en los estornudos a fin de que picase Luis, pero no había forma, y seguía ajeno al celoso zafarrancho de combate pergeñado a sus espaldas. Él, mientras tanto, seguía tejiendo sueños en su mundo sin advertir la tormenta urdida por Manuela para que se largase. Todos los intentos fueron vanos, al no darse cuenta Luis de los títeres que se habían montado en su honor, quejándose la clientela del bochornoso comportamiento por el persistente ruido con los estornudos, protestando airadamente. Es harto conocido lo inoportuno del estornudo, y más en tiempos de crisis sanitaria, siendo el pan nuestro de cada día por muchos rincones del planeta durante los fríos infernales, y si el arco iris muestra signos halagüeños de bonanza climática con su mítica aparición, el estornudo en cambio apunta al resfrío o catarro común encendiendo las alarmas, poniendo el grito en el cielo en menos que canta un gallo, sobre todo cuando hay fiebre y se pierden los nervios, respondiendo el organismo con un carrusel de estornudos, aunque en ocasiones se debe a alérgicos caprichos somáticos por un cambio de lugar o de azuzadas estancias por mutación térmica, llegando a alterar el normal funcionamiento de un evento cultural, sea una función de teatro, cine, conferencia u otro acto programado a la sazón, siendo en otros casos un serio aviso de enfermedad, y no como esta fatídica noche ni mucho menos, y luego ocurren los contagios por las vías respiratorias, como apunta el refrán, “cuando veas las barbas de tu vecino afeitar, pon las tuyas a remojar”, aunque en el caso que nos ocupa sea tongo, porque es el mismo autor el que se debía aplicar el cuento por si ya hubiese sido capturado por el virus, y a todo esto mejor será que tengamos una pizca de picardía y no mencionemos la soga en casa del ahorcado, y dejemos la Casita en paz. El caso más esperpéntico es cuando en la pareja no se sigue ninguna pauta en el devenir de los días, y uno de ellos estornuda o eructa como un volcán haciendo temblar los cimientos de Roma o de la vida, y no se disculpe para más inri zampándolo todo en el careto del otro como una pelota en el frontón, o como un conjunto de sustancias volátiles que se expanden a la buena de Dios por el medio ambiente. En tales aconteceres Casilda era muy suya, y propensa a semejantes delirios o zumbidos sin despeinarse no preocupándose en absoluto por nada, mancillando la higiene y el decoro y haciendo la pascua a cualquiera. Entre éstas y otras cuestiones palpitantes, y con la requerida parsimonia, pero sin pausa, se sugiere, para no perder el tren de la vida y entrar en razón a la mayor brevedad diálogo: -¡Casilda!, al estornudar, podías doblar un poquitín el codo y la cabeza al otro lado para que no le caiga a uno encima. - dijo él. -Vaya, lo que faltaba, pues si te mata ése es tu problema, ¿qué te crees?, pues uno menos y santas pascuas; voy a estar reprimida porque tú lo dictamines, pendiente de tus monsergas, pues ya sabes, a aguantarse, y creo que si estornudo es porque me has contagiado, listo, que eres un listo; así que márchate con la música a otra parte, y déjame en paz, y vea mi programa favorito de la tele. – dijo ella. -¿No te das cuenta, ángel de amor, que en esta orilla me hallo ocupando yo un espacio físico en frente de ti, y quiero seguir vivo, y ayudarte en los engorros y contratiempos que te perturben?-dijo él. -Me importa un comino, ya lo sabes, qué fino, estornudo como me plazca, y el que no lo quiera así que coja las de villa diego, hasta ahí podíamos llegar, ¿a quién le importa lo que yo haga?, nadie me impedirá que estornude a mis anchas en mis propios dominios; además todo esto tiene mucha gracia, porque estoy más sana que una manzana, gracias a Dios; en todo caso tú, ya en el campo de los desguaces, deberías guardar silencio, porque no sabes cuándo es de día ni cuándo es de noche, y puede que me pegues a la vuelta de la esquina lo que no está en los escritos, y sin embargo me aguanto. Y no hablemos de las sublimes toses que exhalas, ¡qué horror!, como de un desahuciado fumador, como si llevases el demonio por montera, pillando todos los achaques del globo terráqueo; mejor sería que cerraras el pico, querido. Se sabe por experiencia que los estornudos, al igual que el bostezo, las alergias o picores del cuerpo u otras vejatorias señales no preguntan al entrar en los cuerpos, y actúan como timbres o teléfonos llevando al exterior lo que hierve en su interior. El funcionamiento del cuerpo se asemeja en parte a una factoría o fábrica de lo más variopinto con un sinnúmero de cables, tornillos, enchufes, piezas, columnas, roscas, húmero, rótulas, empalmes o misiones sagradas con los que arman coches, aviones, barcos, esqueletos, ojos, etc., poniendo en ello los cinco sentidos, y saben a dónde acudir en cada momento, y no ocurra que alguna célula se vaya de parranda por mucho que le tire el instinto pregonando a los cuatro vientos que salga el sol por Antequera, dejando a uno tirado en la cuneta. El dinero hace a las personas ricas, el conocimiento, sabias, y la humildad, buenas personas. Intentemos abrir los ojos de par en par para ser grandes, apostando eufóricos por la última.

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