miércoles, 10 de noviembre de 2021

Novios

Estaba tomando la pareja una infusión de rooibos en la tetería con el prurito de poner orden en sus pasos y caldear el alma, cuando de repente llegó una tormenta de levantiscos pensares exigiendo concretas y veraces respuestas acordes con su estado de ánimo, mientras se oían los ecos lejanos de una canción, que en sus tiempos de esplendor les encandilaba, hasta llegar a tomarla por bandera. Ahora apenas si levantaban cabeza para tararearla, se les encasquillaban las cuerdas vocales y labios al escapar por los orificios del recuerdo el chorro de voz que generaban, en aquellas tardes de esperanza, de copiosa lluvia que abonaba las ilusionantes primicias, no obstante, persistían en su afán por entonarla o susurrarla al menos, aunque le resultase harto difícil por los estragos del verdugo del tiempo. Y como impulsada por un huracanado tumulto se dejó llevar ella cantando con toda su alma la melodía rivalizando con Armando Manzanero, “somos novios/, pues los dos sentimos mutuo amor profundo/, y con eso/ ya ganamos lo más grande de este mundo/. Nos amamos/, nos besamos como novios/... Quería coger el toro por los cuernos, y enfrentarse a los vacíos que albergaban sus estancias y pupilas sin apenas mojar el pan en el húmedo manjar tan apetitoso del vivir. Qué corto el amor y qué largo el olvido, musitaba ella, cuando visitaron el camposanto el día de Difuntos recordando a los familiares. Mas todo ello no conlleva ninguna solvencia milagrosa o brote de algún plan que haga revivir a las personas que yacen bajo la fría tierra o exornado mausoleo de difuntos con flores de tierno cariño. Juventud, divino tesoro, exhalaba ella limpiando el polvo de la desteñida foto que figuraba en el mueble decorando la sala. Qué de sueños y anhelos dormían en sus entrañas, tronchados en flor. -Si volviese a nacer otro gallo cantaría, decir un te quiero lo pensaría con el mayor esmero, aunque la incertidumbre me asaltase dudando hacía dónde dirigir la mirada o qué camino tomar -dijo ella. El sombrío otoño transcurría lento y un tanto alocado, deslizándose por pedregosos y oscuros cauces, no encontrándose otros más acogedores al cobijo de una romántica luna, encendida, dulce, que viniese como anillo al dedo. El día de Difuntos explosionó todo, y no se sabe por qué, siendo uno de los aldabonazos que recibió sin mucha convicción la pareja. Al parecer carecían de lo más elemental en casa de una familia, no ya lo material, verduras, frutas del campo, embutidos, sino también la parte más trascendente, lo emocional, los sentires. En esas entremedias esperaba él una carta de Lima que nunca llegaba, si bien al poco le confirmó alguien del clan con toda certeza que ya venía de camino. Del contenido de la carta nada se sabía, pero tanta demora daba qué pensar, si tal vez habría sido intervenida en magistratura, o robada a plena luz del día por alguien en los cambios de turno, pues no se entendía tan disparatada tardanza, haciendo cábalas todas las noches en su guarida sobre las imprevistas y raras circunstancias del suceso. En las conversaciones íntimas se había especulado con que la misiva, aparte del contenido de la escritura y otras rosas y perfumes, llevaba unas hierbas prohibidas a todas luces, y podría ser que alguien siguiendo instrucciones del capo de guardia hubiese dado un chivatazo asesinando a alguien por venganzas crematísticas o de seguridad. Unas semanas más tarde la Interpol arrancando la puerta, entró en casa de la pareja husmeando por rincones y vericuetos buscando huellas o pergaminos con algunos rasgos biográficos de los mandamases y artífices de las asesinas hierbas, que con tanta ligereza viajaban en su interior de polizón. A través de la correspondencia conseguían cuantiosos ingresos, pasando fastuosas estancias de ensueño, unas veces en la Costa Azul, y otras, por las aguas del Caribe. AL cabo de un tiempo de investigación policial a través de secretos encuentros y chivatazos se supo que una antigua amiga íntima estaba involucrada en todos los pasos y movimientos de la pareja. En ciertos momentos él intentó sobornarla con suculentas sumas de dinero, pero ella no accedió, y seguía dando información a la policía. El leitmotiv de su vida era recuperarlo a él sano y salvo, antes de que los gendarmes lo metiesen en chirona casi de por vida, porque las fechorías que se le atribuían así lo demostraban, enfangado en aquel berenjenal mafioso, y era harto complicado lavarse las manos o hacer borrón y cuenta nueva, porque el río de plata que circulaba de Europa a América por los sitios más inverosímiles eran de escándalo, aunque la policía no había descubierto aún todas sus correrías y maquinaciones, por imperar a toda costa la ley del silencio, ya que todo aquel que se fuese de la lengua sería ejecutado ipso facto, y andaban nadando en la abundancia y disfrutaban a tope. Mas la antigua novia que tuvo no lo transigía, y su amor por él era tan fuerte y convulso que no podía callarse por más tiempo, y un día al alba, cuando los gallos dan el primer toque matutino se presentó en comisaria, y estuvo durante varias horas hablando con el comisario jefe vaciando todo lo que sabía y más, exponiendo con máximo detalle todos los subterfugios, guaridas, refugios o celadas de su antiguo amor. Y con las mismas la policía se puso manos a la obra, y en el día de difuntos, cuando los traficantes se reunían en el cementerio para celebrar su cónclave secreto del aparato mafioso, evocando a los antiguos fallecidos de la banda, en un festín como homenaje a los caídos por la causa brindando por sus hazañas con los estupefacientes, de repente aterrizaron allí cinco helicópteros de las fuerzas del orden, y con las mismas los atraparon a todos, durmiendo esa misma noche en los calabozos de la fuerzas del orden, La novia actual de la pareja no sabía nada del rocambolesco infortunio, y cuando se enteró, no daba crédito, y con las mismas hizo acopio de barbitúricos y con no poco sigilo se introdujo en la bañera y fue engullendo tabletas asesinas, y mientras los teléfonos sonaban, ella iba perdiendo el conocimiento, hasta que en un golpe de gracia la policía entró echando la puerta abajo, y la sacaron de la bañera con un hilo de vida, le hicieron el boca a boca y aplicaron los requeridos auxilios y paulatinamente fue abriendo los ojos, hasta que al fin pudo hablar y dijo: ¿dónde está mi Gonzalo, dónde está mi Gonzalo? Pero de repente un paro cardíaco acabó con su vida. Hay amores que dan vida, y amores que matan. En el tren en el que viajamos abramos los ojos a lo que nos rodea, y podremos cantar victoria sacando a la luz la mendacidad y estafas que con frecuencia se propalan por los más sofisticados medios sin percatarnos de ello. Y ocurre que una vez metidos en la boca del lobo, llevan sin escrúpulos hasta las últimas consecuencias el lema, a vivir, a vivir, que son dos días.

1 comentario:

Anónimo dijo...
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