domingo, 3 de abril de 2022

Inconsistencia

Lo inconsistente se cae por su propio peso. Rosendo rumiaba las fragancias de una rosa al estallido de la primavera, evocando los líricos rizos de J.R.J. en su poética aseveración, “No le toques ya más/, que así es la rosa” //. Y nunca alcanzaba a tejer en sus mentales procesos que la efímera flor, harto deslumbrante y coqueta, fuese tan fugaz y frágil, cual súbita estela en el espacio o en el azul del mar, por muchos cimientos de oro con los que se arropase su aura, de forma que sus principios tengan el mismo cariz o sintonía en lo referente a las raíces que la nutren y trajeron al mundo. Según reza en el ADN de los humanos, por muchas puyas o desaires que exhiban sacando músculo son mortales a machamartillo, dándose la mano la cuna y la sepultura, como tan ingeniosamente lo recrea la pluma quevedesca, siendo como dos eslabones de la cadena existencial. Rosendo repostaba siempre que podía tomando el café matutino, aunque llegado a un punto de la cumbre, como el mítico Sísifo con la roca a cuestas, se derrumbaba por la inconsistencia de las alegaciones argumentales u otras disquisiciones al uso que arribasen a su hábitat, cual fuerza mayor para sofocar tal furor, toda vez que en la infancia ya se le troncharon bruscamente los brotes verdes de su primavera cayéndole el alma a los pies, al perder los estribos de la mesura, el compás de la partitura que interpretaba en sus cantados pensares, siendo presto pasto de las llamas de una descarnada inconsistencia, viéndose impulsado a levantar cabeza capeando el temporal, desbordado por el caudal de un río de incomprensión, siendo arrastrado por la turbia corriente del vivir. Él, un tanto sigiloso, intentó coser los rotos de las maltrechas vestiduras, poniendo a buen recaudo las virutas y tronco del árbol caído gestionando un lugar seguro, como ocurre en la guerra protegiéndose del bombardeo enemigo en un búnker, y haciendo de tripas corazón lo inconsistente y fugitivo se le vuelve muy a su pesar sustento de vida, un estadio síquico de raras hechuras elaborado a ciegas y contra reloj, sacando a la luz lo sensato que dormía en el interior del alma, recibiéndolo al cabo con los brazos abiertos. Y la duda, oh la duda, como apunta el filósofo, es un fidedigno latido del existir, que convive con la ignominia y las puñaladas por la espalda junto con la cizaña que germina en determinados horizontes o mustias macetas del andar por casa, y no dar un golpe en la mesa con consistencia fulminando lo fútil, los golpes bajos, el descalabro que aguarda detrás la puerta. Las volátiles ideas o movedizas arenas, como el terreno que se desplaza clandestinamente mientras lo demás duerme en sus laureles, siembran la zozobra, la incoherencia de los pasos perdidos sometiéndolo a un perenne declive, al no generar muros de contención, instalando certidumbres a manos llenas en los vaivenes del tren de la vida, y retorne a su entorno la contrastada consistencia sacando las castañas del fuego, y broten tallos nuevos en su mundo cultivado. Así mismo los seres humanos se mueven o dibujan a veces los sueños por inconsistentes encrucijadas ahogando los conductos de las gargantas, propiciando un vacuo batiburrillo o maremágnum que nadie entiende. De esa guisa se ningunea lo más elemental y palmario del discurrir humano, al poner en práctica la ley del embudo, aplicando baremos u otras extrañas pautas que desafían la ley de la gravedad intelectual. Y en esas sendas indescifrables del vivir se quiere construir un mundo nuevo, un mundo artificial inteligente, como el artificio robótico, alimentado por unos espurios entes con poderes supuestamente sobrenaturales contemplados bajo el prisma de un flaco pensamiento, echando por tierra los cánones y directrices señeras del raciocinio clásico, dando volantazos sobre la marcha proyectando caminos de Santiago por el espacio aéreo o diferentes rutas por los laberintos del globo sin poner los pies en el suelo, atropellando a todo bicho viviente, a los indefensos peatones cruzando el paso de cebra. No se explica la ceguera o rudeza en ocasiones de las divagaciones humanas en el devenir de los días perdiendo el norte, la brújula en alta mar entre tiburones sin remordimiento, corriendo el riesgo de chocar con la barca de algún pirata o acaso con la de Caronte que no anda muy lejos, eclipsando los rutilantes destellos de la sabia inteligencia. Aunque cueste creerlo, lo inconsistente es el pan nuestro de cada día, el compañero de viaje que se lleva en el equipaje, y no hay más remedio que cambiar de tahona, a fin de no exponerse a lúgubres huracanes o necios temporales sin corazón.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Sublime

jose vasanta dijo...

Muchas gracias, amiga desconocida de entrada.