Una tarde una flor de almendro fue arrancada de cuajo y transportada por el huracán que se levantó de pronto, yendo a posarse en una balsa de agua. Los habitantes de la balsa, ranas, sapos, culebras y otros insectos que revoloteaban por los alrededores se sorprendieron sobremanera con su llegada, al imaginársela como una hermosa novia camino del altar, donde le esperase su prometido para unirse a él.
Todos se quedaron mudos, como encantados, alabando las florituras y encantos del traje que llevaba. Se preguntaban entre sí dónde habría adquirido tan elegante traje, tan ricamente bordado. Pero la flor del almendro estaba asustada, sin atreverse a abrir la boca por si metía la pata, y se enfadaran. Así que se limitó a sonreír e inclinar la cabeza, musitando sílabas entrecortadas con mucho mimo, de tal forma que al cabo de un rato, todos, poniéndose de acuerdo, gritaron a coro, guapa, guapa y guapa, esperando que los invitase a la boda, aunque no fueran con esmerado y selecto vestuario, ya que irían a buen seguro con el traje de faena, de andar por casa, por las aguas de la balsa, mojados, churretosos, con mucho verdín y no poca vergüenza, por no estar a la altura de las circunstancias, de la bella flor del almendro.
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