Fuego líquido,
Transparencias infinitas,
Insaciables abanicos agitando
Sus lenguas en la hoguera
De tu rostro.
Incendios nocturnos,
Gotas ebrias de luz, de
asombro,
Asomando por la rendija
De tu mejilla rosa.
En el agua salada
De tu mirada reverberan
Canastillos encantados,
Caracolas con ecos de sirena,
Y embaucadoras olas
Con espuma roja.
Se aglutinan blancas lluvias
De primavera,
Que van surcando -agencias
De viajes de luna de miel,
Diseños de cafeterías
inteligentes,
Hotelitos de fin de semana-
Las fantasías lunares,
Discurriendo por meandros
Hilvanados de suspiros
De novia.
Pensamientos inquietos
Revolcándose en el rebalaje,
Columpiándose en los cabellos
De la luna.
Unas burbujas
Brotan aletargadas, frías,
Del manantial,
Otras saltan nerviosas, hirviendo,
Vigorizando la maltrecha piel.
La vida.
Ríos que ríen en las cumbres,
Rompiendo el cascarón
De inhóspitos riscos,
Luego fluyen y reptan
Por valles y majadas,
En una solitaria travesía,
-Cataratas de luna, chispazos
De amor en el agua
y un fragor de tambores silenciosos
-,
Cruzando eróticos atajos
Atraídos por la danza
Del vientre del arroyo;
Y discurren por el cauce
Hasta posar los huesos
En la verde hamaca
De la marea azul;
Un ritual apasionado,
Casi milagroso
De besos, guiños, arrumacos
Al arrullo griego
De Artemisa, Selene,
O del propio romance de la
luna,
Con toda su cara, de luna
llena,
Resplandeciendo ardiente y endiosada,
Rompiendo los corazones del agua.
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