¡Anda!... y llegarás.
-¿Adónde?
-A tu final
–contestó el médico.
Así que el
caminante
Obedece la señal.
De día y de noche
Pisaba senderos
Y aceras atento
Al movimiento de las estrellas,
Buscando quizá nueva constelación
Donde viviría mejor lejos
Del caos ambiental
En el mar próximo,
Esperando cualquier
Aparición fenomenal.
No vislumbraba cosas raras,
Como una ballena noctámbula,
Sólo borrachos tambaleándose
Agarrados a postes,
Putillas entrando o saliendo
De cualquier tugurio
Esperando vender
Parte de su cuerpo
No averiado,
Yendo la mirada inquieta
Del cielo al mar,
Del infinito inaccesible
Al turbio eco que pisaba,
Así que en un momento
De distracción asió
Su pie izquierdo la arqueta
Podrida de la alcantarilla
Y cayó –de Caribdis en Escila-
Tocando fondo nauseabundo,
Prisionero hasta la ingle,
Herido de gravedad,
Angustiado y colérico.
Ante el panorama vecinal
Que se le ofrece al poeta,
Que se le ofrece al poeta,
Buscando la armonía del
Cielo nocturno y de la tierra
Adormecida lo encuentra
Indomable, al modo que
Representa la causa de lo trivial,
Ordinario y producto mismo
Del movimiento,
No de las estrellas
Sino de los residuos
De explosivas nutriciones
Del flujo ininterrumpido
De gente chocarrera,
-Como la caída del sueño poético
En la cruda realidad-,
De las tripas, del sexo,
De las aguas no pluviosas
Pero de toda provocación,
Y encontrará allí el final
Del médico filósofo
Y fatalista.
Por Juan Bruca y José Guerrero
Por Juan Bruca y José Guerrero
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