Wenceslao venía haciendo eses por la calle, empapado no sólo por dentro
sino por fuera, ya que en esos instantes caían chuzos de punta, estaba diluviando,
y entre charco y charco daba un saltito de rana, pero con tan mala fortuna que
perdiendo el equilibrio se precipitaba en el abismo, hocicándose a todo lo
largo y ancho que era, mas a trancas y barrancas se enderezaba, y emprendía de
nuevo la triunfal marcha, alegre y contento como iba, con el tablón que
llevaba, y entre mugidos y fuertes jipidos atinó a tararear la canción bajo la
lluvia,
Te vi bailar bajo la lluvia,
y saltar sobre un charco de estrellas,
y te vi bailar bajo la lluvia esperando la luna llena,
volverás a reírte de veras…
y saltar sobre un charco de estrellas,
y te vi bailar bajo la lluvia esperando la luna llena,
volverás a reírte de veras…
Pero al poco volvía a morder el
barro de las pozas, siéndole cada vez más trabajoso el acto de ponerse en pie
manteniendo el tipo, y columpiándose a derecha e izquierda, se decía, borracho
yo, tururú, y una vez que calculó más o menos la distancia de la morada,
estando casi a la altura, se echó a reír y metió la mano en el bolsillo
izquierdo del pantalón, buscando la llave para abrir la puerta, y cual no sería
el chasco o la frustración al no hallarla por ningún lado.
Finalmente, registrando con parsimonia todos los bolsillos, notó algo
extraño, un pequeño envoltorio, y al desliarlo se percató del error, toda vez
que al parecer, al salir con premura del lupanar, unido al desapacible día de horrorosa
lluvia y aciago viento, se equivocó, confundiendo el envase del profiláctico
con el bulto de la llave,
Entonces, en el estado de gracia en que se encontraba, tan satisfecho y
feliz, ni corto ni perezoso, empezó a cantar la canción infantil de la pérdida
de las llaves, Dónde están las llaves, matarile rile, rile, rile, dónde están
las llaves, matarile rile, rile, ro, chimpón, en el fondo de Mar, matarile rile,
rile, rile, ro, chimpón…
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