Aquel día se consiguió abrir una ventana en el campo de visión de la
tertulia, de tal manera que sin que apenas se notase en los inicios, según
avanzaban las manecillas del reloj, las manos de los tertulianos, haciendo gala
de mil malabarismos con sus bolígrafos, se fueron abriendo y expresando en los
más variados aspectos y matices sobre la problemática del género humano, sobre
lo bello, lo verdadero, lo bueno, lo deleznable o lo que merece la pena
cultivar en el día a día, abonándolo y resguardándolo de las frialdades
ambientales.
El nuevo tertuliano, conspicuo y eufórico, en un breve inciso, tomó la
palabra y, refiriéndose al núcleo de la temática que nos ocupaba, dijo, me congratula vuestra entrega y amor a la
palabra hecha vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario