Oh, qué maravilla, ya estoy
en el universo, qué trabajito te ha costado, mamá. Soy un granito de arena más
rodando por los habitáculos, debajo de la cuna, sobre la barriga de la abuela,
pero prefiero que me coja en brazos mi tita Angelines, que goza de unos aires y
un busto de ángel, tan blanda, tan blanca y tan ágil.
Suelo pasarlo pipa con ella,
porque me compra caramelos, chuches y globos de colores, que me hacen sentirme
un niño juguetón y tratado como el rey de la casa.
El otro día, en una rabieta, pellizqué
la teta a la tita Paula para que me diese de mamar, y me dio un sopapo,
haciendo un mohín muy desabrido, como si la hubiese ofendido, no sé por qué.
Cuando cumpla el año, quiero
que me lleven al parque a coger palomitas, gorriones y cortar flores para
regalárselas a mi mamá en acción de gracias por haberme traído al mundo, aunque
como en el trayecto me pique alguna malévola avispa o alacrán me acordaré de
todos los ancestros, haciendo caca en ellos.
Ah, mamá, y te pido de todo
corazón que no me dejes nunca solito…
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