Todo
empezó con una copa de vino tinto en las Bodegas Calvente.
Fue una charla
informal entre barricas, al abrigo del vino y de los libros.
-Me permite una
pregunta, señor Calvente, ¿cómo se inició en la elaboración del vino?
- Pues como casi todo en la vida, se empieza de la nada y
paulatinamente se van incorporando sugerencias, elementos, saberes, uvas,
experiencia y sensaciones provenientes de distintos puntos, sobre todo de donde
ya se han asentado la confianza y la prosperidad comercial, como ocurre con el
vino bordelés.
- ¡Qué sorpresa!, me está usted traduciendo al español las
sabias lecciones del inigualable vino de Burdeos.
- En realidad no deja de ser un desafío montar una empresa de
estas características en esta ubérrima tierra de aguacates, papayas,
chirimoyas, mangos…, urgiendo estudiar al detalle los pros y los contras para no
dar un patinazo a la vuelta de la esquina.
- No cabe duda, le felicito por ello, y le adelanto que se
confunden o interfieren mis orígenes con los del afamado vino que mienta.
- Me está apuntando que coinciden las madres de las cepas,
las copas y las piezas teatrales…
- En efecto, le podría embalar una caja de ricas botellas de
vocablos ensamblados con el mejor buqué y solera de mi tierra, que, aunque esté
hecho de ferruginosas arenas en accidente geográfico, y no de barro, enarbola
unos sensibles aires de mar y
ostricultura acaso única en el mundo.
- Perdone la osadía, me encantaría probar tales ostras, pero ¿me
está sugiriendo que es un escritor?
- No está bien que lo diga, pero a la corta edad de diez
añitos, en la escuela del pueblo el maestro me designaba con el apelativo de
poeta: la redacción tiene ribetes de poeta, apostillaba. Aunque yo no entendía
nada de la trascendencia o el discernimiento de la sospecha.
- Pues con el paso de los años el sombrero de hollejos de la
uva va aportando al vino tinto color, aroma y sus taninos, mejorando el sabor
al paladar. Y se supone que al igual que el currículo del vino, usted, a estas
alturas de la vida, debe asimismo exhalar un buqué selecto, de gran cortesía, en
los relatos y poemas.
- Le diré que la batalla creativa la tengo ganada, y en lo
referente al vino me va la botella con el epígrafe de Guindalera, la
denominación de origen, pues quizá sea la que más armonice con los ritmos de mi
música temática y métrica libre y burbujeante, que bulle en los corazones y hierve
en el cerebro, incrustando las esencias de las tres emes, Mar, Mujer y Muerte,
que es el vivir y el soñar más perspicaz y reconfortante.
- Entonces, usted vive y escribe aquí en estos lares
sexitanos, según se deduce de su conspicuo escanciar parlamentario.
- Verá, por el Mare Nóstrum, no lejos de la Sirenita en playa
Puerta del mar, arribaron a la antigua Sexi los más diversos pueblos, si bien,
con las vueltas que da el mundo, sic, nunca se sabe los intrincados enigmas que
aguardan detrás de la puerta por las veleidades del destino. Y en el transcurso
de lunas llenas y menguantes, del orto al ocaso, a buen seguro que yacen bajo
estas aguas vestigios fundados de una Sexi atracada por hordas corsarias, que,
empujadas por el hambre o un golpe de mar hacia cualquier parte, bogasen
perdidas por el mar de Alborán, y, perdiendo el vínculo del cordón umbilical de
Oriente y el rumbo, diesen de bruces en estas playas, teniendo en cuenta que no
disponían de las modernas tecnologías para calcular los mares –corrientes,
vientos, reglajes-, y peor aún si se les asoció todo un ejército de famélicas
bromas perforando la madera de la embarcación en medio de una furiosa tempestad.
-Por el argumentario intuyo el rico acervo hispanista que
rezuma.
-No tanto, señor, y me interrogo algo confuso, cómo atemperar
o contrarrestar las acometidas o bravuconadas de la tripulación durante la inquieta
travesía, acaso echando mano de algún raro ansiolítico, con objeto de evitar o
aminorar en lo posible los excesos o despendoladas orgías en el desnortado
periplo, en que creyendo ir al norte, iban al sur, queriendo cada cual montar
su numerito o bailar con la más sexi y, abrazados a la zozobra, embarrancaran en
las rocas y salientes sexitanos, y cegados por el desconcierto cayesen
exhaustos en brazos de Morfeo, y al despertar en tan tentadores parajes se
sintiesen tocados por una energía tropical, y tras la frenética caída de las
hojas y de las noches sin cuento se encasillaran allí, encariñándose perdidamente
de la flora y la fauna o de alguna aborigen, despertando en ellos un no sé qué,
una atracción fatal o morbosa curiosidad.
Más tarde llegarían otros pobladores, atraídos tal vez por el
aura y el espíritu aventurero al socaire de lo ignoto, conviniendo en
perpetuarse por estos pagos el resto de sus días, y explotar las bondades de la
Punta de la mona, Cantarriján, la playa del muerto, de San Cristóbal, de
Velilla, el Majuelo o la Galera, refrescándose en la blancura de las olas,
recalando en estas hospitalarias tierras harto contentos y felices. No
obstante, se respiraba en el escenario no poca incertidumbre, si tras el
abordaje harían una de las suyas, perpetrando irreparables daños en el medio
ambiente, o si por el contrario, se establecerían de manera pacífica y confortable
en su regazo, respetando lo autóctono, y en un futuro no lejano generar prósperas
factorías con industrioso comercio –el garum entre otros -, y así sorprender al
mundo conocido, aportando los mejores frutos
-Mire, señor…, vislumbro que en la escuela no perdió el
tiempo, enfrascado en mapamundis y venturosos viajes telúricos, pero dígame,
por favor, vive usted escribiendo o escribe para vivir…
-Antes de nada le manifestaré que en los escritos soy reconocido
por Guillermo X y Juan Bruca. Y bien, señor Calvente, debo remarcarle a
propósito del fruto del dios Baco, quien contó con la ayuda de Sileno para
plantar viñas y de las Musas para instruirse en el canto y la danza, que otro
tanto acontece con su riqueza enológica al brotar de los veneros galos mediante
el oportuno asesoramiento de la vitivinicultura. Y asimismo, siguiendo la
estela del río Verde que riega la fértil vega sexitana, de la misma manera, con
la limitaciones precisas, fluían las aguas líricas de EL Ventanal –revista
cultural y literaria de Almuñécar-, que inundaba de sueños y frescor la vida, con
la colaboración de toda una pléyade de genuinos caballos de Troya, estrategia
acertada sin duda, alguno con melenas de león, habiéndose dejado la piel en sus
páginas, en las brisas ardientes del entorno, hilvanando innumerables y sugerentes
aventuras con no poco talento.
Y en ese pulular de plumas, concursos, premios, veladas en el
Martín Recuerda, en el café de Mila, entrevistas radiofónicas, artículos
periodísticos y revistas –como la invulnerable Voces-, de esa guisa, unos,
creadores de aquí, otros, de lejanas tierras, y todos en bloque se confabularon
para aportar su granito de arena a la noble causa, levantando una torre de
palabras enlazadas sin necesidad de intérpretes ni más historias, conformando
un corpus artístico de primer orden, que se puede consultar o paladear en las
redes, hemerotecas o en los más privilegiados rincones sexitanos.
-Muy agradecido por su cortesía, señor Bruca, ah, por cierto,
me podría reseñar los autores que más le han pellizcado en su mundo intuitivo.
-A bote pronto, le mencionaré tres nombres, Antón Chejov, por
los magistrales relatos, como “La señora del perrito”; Malcolm Lowry, por la
hondura de las creaciones narrativas, siendo un náufrago en la vida que vivía, debajo
de un volcán etílico, y sus ebrios versos, “La única esperanza es el próximo
trago”…; y el lusitano Fernando Pessoa, que plantea el problema de la doble
personalidad con un abanico de heterónimos, pseudónimos y ortónimos en el
universo poético, rebosante de filosófico e irónico escepticismo, y así destila
el licor en sus versos, “Empiezo a conocerme. No existo/, soy el intervalo
entre lo que deseo ser y los demás me hicieron”… “O no somos más que nuestras
propias sensaciones”.
-Y como cierre, perdone la intromisión, ¿podría decirme por
qué le pone un diez a Guillermo?
- Muy sencillo, monsieur Calvente, usted que es generador de felices
alborozos y despierta las afecciones más placenteras, ahogando los pesares y las
soledades de las criaturas, lo entenderá pronto, pues le seré sincero, por
redondear la dinastía del Príncipe de los poetas, Guillermo IX, y de esa suerte
siga ella viva…
-No quiero marcharme sin romper una lanza a favor del delicioso
caldo, como hace el refranero, “el vino alegra el ojo, limpia el diente y sana
el vientre”.
-Señor Calvente, le sugiero que tome una copita de vino con
nueces, y eche en el macuto algo de lectura, ah, y no eche en saco roto el
consejo…
En un día gris o trasparente, lo mejor tal vez sea tomar un copa de
vino acompañado de un buen libro, que con su magia permita conocerse un poco
más a sí mismo y a los demás, viviendo más vidas que un gato.
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