Jugaba con la idea de matar un bisonte y beber la sangre para escribir una historia, gestando de ese modo el alumbramiento, mas luego se le atragantó.
Las vacaciones de Nuño coincidían con la
Semana de Pasión, y estimó conveniente viajar a un lugar tranquilo y ameno lejos
del torbellino humano, procurando no dar pistas a los amigos de lo ajeno por aquello
de los imponderables.
Con las mismas, se acercó a la agencia de
viajes más próxima a fin de consultar tarifas y ofertas, y tras tantear las
ventajas e inconvenientes cotejando precios y calidades se inclinó por la Costa
Blanca, un destino costero nada desdeñable, con un clima ideal para la práctica
de actividades náuticas y una luz especial para relajarse junto al mar,
disfrutando del soñado descanso.
Antes de dirigirse al refugio elegido, le
apeteció reunirse una tarde con los amigos de toda la vida con vistas a reactivar
las relaciones un tanto tibias últimamente, intercambiando impresiones, avatares
o las más sorprendentes o golfas vicisitudes que les hubiesen acontecido en el
transcurso de los días.
Entre tanto concertó Nuño la cita en un céntrico
pub a las cinco de la tarde, la hora del té, cual un empedernido inglés. Durante
la reunión, se cruzaron casualmente por allí las amigas con una pupila
irlandesa que estaba de intercambio cultural, se sentaron a la mesa y conversaron
al abrigo de unas copas, dando un repaso a lo divino y a lo humano, crisis, desaires
amorosos, goteras de la edad e inestabilidad laboral, que tanto desquicia a los jóvenes.
Y concluyeron el encuentro a altas horas de la madrugada, despidiéndose efusivamente
hasta la próxima ocasión, mas advirtiendo Nuño que Lili, la chica irlandesa de intercambio,
que se alojaba en un complejo turístico de la ciudad, se iba sola, se ofreció a
acompañarla, dando muestras de ser un caballero.
Al ser Semana Santa, el tránsito por las
calles se hacía engorroso y lento, generándose un gran estruendo con los tambores,
banda de música, saetas y el gentío achuchando a calzón quitado por los claros,
colándose por los costados de los pasos, y se aglomeraba en los aledaños y
soportales para resguardarse de la humedad y el helor de la noche, tratando de
no interceptar el religioso desfile, y sin apenas advertirlo, se les echó el
tiempo encima, siendo ya las seis de la madrugada.
Lili, caminaba más turbada que nunca por los
contratiempos, sintiéndose azorada y nerviosa por la hora que era, aunque se sentía
respaldada en parte por la compaña de Nuño, aliviando los sinsabores del camino,
al ser harto pertinente y afable por el cuidado que ponía a fin de que no surgiera
ningún problema durante el trayecto, llegando sana y salva a su destino.
Conforme progresaban por las resbaladizas losetas de la travesía
callejera, iban quedando atrás ruidos, olores a incienso y plazoletas decoradas
con floreadas macetas de geranios y lirios, llegando por fin al ajardinado
recinto del complejo turístico donde ella residía, que al ser primavera lucía las
mejores galas, pensamientos, dalias, nomeolvides, siemprevivas, rosas y un
sinfín de olores y colores que embriagaban el ambiente.
Envueltos en las fragantes ambrosías, se
dirigieron hacia el ascensor, pulsando el botón de llamada. Y sin explicarse la
causa, veían que se resistía a bajar, sembrando desconcierto y desazón, volviendo
a pulsar una y mil veces hasta que se dignó bajar, parando en la planta baja
donde aguardaban.
Nuño cedió el paso a Lili por cortesía, que
daba muestras de cansancio tras la ajetreada jornada, al haber estado de un
lado para otro recorriendo los puntos de interés cultural, así como boutiques y
tiendas de moda, soñando con encontrar algún chollo.
Una vez dentro del ascensor, cuando se las prometían
muy felices, pudiendo acariciarse sin cortapisas a la luz de la luna interior, de
repente se paró el ascensor quedando a oscuras, y Nuño, como el hombre lobo, reaccionando
como un loco, se abalanzó sobre ella, apretándole el cuello a sangre fría, intentando
lo peor, según los aspavientos que hacía, con los ojos vueltos y mordiéndose desesperadamente
los labios; tal comportamiento se debía, al parecer, por un golpe de pánico claustrofóbico,
unido a unos ramalazos de psicópata, que le acababa de diagnosticar el
especialista en el último reconocimiento rutinario de la empresa, como más
tarde se supo, y llevado por tales impulsos masticaba tintes de muerte, y como viese
que no se desplomaba, le arrancó los pantis enroscándoselos como una anaconda al
cuello.
En el exasperante y cruel combate a vida o
muerte que libraban, al abrírsele a ella una pizca el ojo instantáneamente y percatarse
de que podía hacer algo más por defenderse, en un desliz de Nuño se quitó el
zapato de tacón fino y se lo hincó en los huevos con todo el coraje que le
hervía en las venas, cayendo redondo al suelo.
El ascensor continuaba cerrado y sin luz, pese
a que había vuelto el fluido eléctrico, ignorándose el motivo, tal vez un
cortocircuito ocasionado por los bruscos zarandeos en su interior, o a lo mejor
era un apagón más a los que graciosamente nos tiene acostumbrados la compañía
eléctrica, permaneciendo el ascensor empotrado entre la tercera y cuarta
planta.
En aquellas entremedias, los vecinos que subían
por las escaleras protestaban por las escasas revisiones que se le realizaban al
ascensor, y llevados por la curiosidad pegaron la oreja al hueco de la escalera
por si se hubiese quedado encerrado alguien dentro por avería; más tarde, otro
vecino se acercó para utilizarlo, no consiguiéndolo de ninguna de las maneras.
Al cabo de un tiempo, que se hizo eterno, despertó
Nuño del profundo choc en el que se hallaba sumido por el golpe recibido, mientras Lili andaba semiinconsciente,
como dormida, y tan pronto como se puso en pie Nuño, volvió a la carga y se
lanzó sobre ella en un intento desesperado por violarla, ejecutando una llave para
tumbarla aún más, cayendo al suelo a medias, porque su cuerpo no encajaba en el
escueto recinto, quedando de una manera estrepitosa, pasando los estertores de
la muerte.
Sin embargo, en un ínterin casi sepulcral,
entreabriendo Lili un ojo con mucha dificultad, pudo endosarle varios puntapiés
en el pecho, provocándole intensos vómitos de sangre, quedando atrapado entre las
llamas sanguíneas, sorprendiéndole después un carrusel de convulsiones al no haber
tomado las medicinas del tratamiento junto con el excesivo alcohol ingerido en
el pub con los amigos, cayendo en un delirium tremens.
Entre tanto Lili, haciendo un esfuerzo titánico
dentro del calamitoso estado en que se hallaba, habiendo echado la bilis y más por
las salvajadas propinadas por el sicópata, y cuando ya se daba todo por perdido,
de repente se le enciende una luz en el cerebro que le urge a registrar el
bolso, que andaba rodando por el suelo, encontrando un corta uñas muy viejo,
que nunca había usado, y se lo clavó en un plis plas en los mismos ojos,
empezando a sangrar como un monstruoso verraco el día de la matanza, discurriendo
un reguero de sangre escaleras abajo.
Los vecinos, al advertir el raro color del
líquido, se alarmaron sobremanera pensando que hubiese moros en la costa, que algún
terrorista se había inmolado, y estaban que se subían por las paredes y con el
alma en vilo, por lo que avisaron de inmediato a los Cuerpos de Seguridad del
Estado.
Tan pronto como recibieron la noticia los
agentes, se personaron en el lugar, abatiendo la puerta del ascensor con todas
las precauciones, cumpliendo a rajatabla el protocolo en tales casos, pues había
indicios fundados de que en el interior se guareciese un nido de terroristas suicidas,
y explosionaran de pronto diversos artefactos adosados al cuerpo exclamando, Alá es grande. Pero cuál no fue la
sorpresa cuando al abrir la puerta de la cabina se toparon con un Nuño moribundo,
sin pulso, casi listo, y Lili bañada
en la pena, respirando a malas penas, como rescatada de un horrible naufragio.
A continuación llegó el Cuerpo de Urgencias,
y tras comprobar que Nuño no daba señales de vida, pasó a manos del forense, quien,
tras un exhaustivo reconocimiento, acabó certificando el fallecimiento del
sicópata, mientras Lili ingresaba en la UCI toda achicharrada por tanto
sufrimiento aunque esperanzada, y al cabo de una dura y dolorosa semana, el
domingo siguiente al de Pascua resucitaba, cual otro Cristo, recuperada de aquel
mal sueño que la tuvo tan cerca de Caronte, recibiendo gozosa el alta médica, regresando
a su tierra en el primer vuelo, un pueblecito costero de la verde Irlanda,
donde las gaviotas planean por los aires felices y contentas chillando a sus
anchas, si bien con más ímpetu si cabe aquel día al reparar en la presencia de
Lili saltando por el rebalaje de las azules aguas marinas con una lágrima de
alegría en la mejilla.
1 comentario:
Relato excelente. Accesible a todos los públicos. Fluido, macabro e interesante.
Le concedo el premio "Gonzalo el Cocina".
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