domingo, 26 de junio de 2016

La sirenita






   Una noche de verano por mor del calor abrasador, se encontraba Luis angustioso e inquieto. Los brazos de Morfeo no lograban el objetivo, vagando su cabeza sin orden ni concierto por el despeñadero, sintiendo raras sensaciones.
   Advertía unas emociones inexplicables, extrañas, como si alguien, un halo sobrenatural o un ínfimo átomo caído del firmamento le conturbase por el camino. Sólo sabía que fuera lo que fuese, el día no podría acabar así, ¿y qué haría entonces? deambulaba de una lado para otro sin saber a qué atenerse, y decidió vestirse y salir a pasear, lo tuvo muy claro desde el principio pese a todo, paseando tranquilamente por la playa.
   Inició la travesía saboreando los encantos del paradisíaco lugar que de manera inesperada se le ponía por delante, y si lo pudiese definir de algún modo el nombre más apropiado sería el de edén. Lucía una noche espléndida, de luna llena, el mar en calma y un silencio sobrecogedor, con el cielo estrellado y una brisa fresca oliendo a libertad. No había duda de que hizo lo mejor.
   Pero de repente algo le trastocó el ánimo en demasía quedando petrificado, fue una silueta femenina que se movía nerviosa entre las oscuras aguas marinas no lejos de la orilla, ya bien entrada la noche, y mentiría si negase que sentía un poco de miedo, pero respiró al fin ... y el importuno contratiempo se convirtió en una sensación agradable, de paz y confianza. Más tarde, volviendo a fijar la mirada en el confuso mar comprobó que era algo ignoto, pues la mujer no seguía allí. ¿Qué habría sucedido? ¿Sería tal vez una sirena que nadase desnortada, que hubiese perdido el rumbo?
   Entre tanto Luis, tal vez imbuido por los vientos de Odiseo, que se embelesaba sobremanera  escuchando el canto de las sirenas, le ocurriese otro tanto, no siendo así el caso de los marineros que le acompañaban, a los que taponaba el oído con cera para que no entrasen en cólera temiendo por sus vidas.
   Permaneció Luis, durante un tiempo atento a los avatares femeninos por si necesitase ayuda, por si pasara por un mal momento remolcada por el oleaje, pero al poco adivinó que todo había sido producto de una falsa alarma. !Qué ridículo era todo!-mascullaba.
   Luego se sentó plácidamente en la arena, y fue recordando los hitos de la infancia, cuando la abuela le relataba al calor de la chimenea historias, chascarrillos, cuentecillos y leyendas, como la de una joven que desapareció misteriosamente una noche de verano entre las olas, haciendo hincapié en lo enano y poquita cosa que era por aquel entonces, cuando la abuela la contaba por primera vez, y a su corta edad ya se le hacía la  boca agua, encontrándola bastante curiosa, y más adelante, ya en la pubertad, le instó a que se la narrase de nuevo, descubriendo nuevas facetas cada vez más sugerentes y atractivas, preñada de nostálgicos sentimientos por los tintes románticos que atesora, y dice así:
   "Había una vez en un pueblo pesquero una joven admirable, de largo y oscuro cabello, ojos verdes y luminosos, rebosantes de vida y esperanza, capaces de seducir a la misma luna. Y cuentan que un buen día un acaudalado caballero la vio mientras paseaba y quedó prendado de su aura, provocándole un fuerte impacto e intentó cortejarla, pero ella en una titubeante mezcla de ingenuidad, miedo y timidez no le hizo el menor aprecio.
   Tales eventualidades avivaron el fuego del interés por la muchacha, ya que estaba acostumbrado a tenerlo todo y ahora no iba a ser menos. Por ello pensó que enamorarla y desposarla sería el gran desafío, y a buen seguro que lo conseguiría por sus dotes donjuanescas y la gran autoestima. Y así aconteció en efecto cuando reanudó el cortejo y, aunque al principio no le fue nada fácil, dado que la moza se mostraba esquiva y de corazón puro, no dejándose deslumbrar por joyas o vanas promesas, sin embargo con mucho esfuerzo y tesón lo lograría.
   Pasaron los años y los meses y el apuesto y rico joven se dignó pedir su mano, recibiendo la familia complaciente la buena nueva, aceptando con emoción el compromiso todos menos la protagonista que, aunque guardaba respeto y admiración por él, no compartía tal decisión, no considerándolo, como vulgarmente se dice, amor del bueno, aunque pensaba interiormente que la ocasión la pitaban calva y que no encontraría otro mejor por esposo, y con el paso del tiempo la atracción se convirtió en amor verdadero.
   Unas fechas previas a la boda la mujer, ferviente amante del mar, soltándose el pelo, salió como otras veces a pasear en bañador por las arenas movedizas de la orilla del mar. Y después de una larga caminata, haciendo una noche de cine, con hermosa luna roja, como la pintaba la abuela, guardando no poca semejanza con la presente noche, la joven se disponía ya a calzarse las chanclas para regresar a casa, cuando de improviso la aborda  un hombre de aspecto juvenil y risueño, aunque hasta que no estuvieron frente a frente, no se sabía a ciencia cierta lo que quería.
   Mas cuando ella vio los azules y bondadosos ojos del mozo, sintió el revoloteo de millones de mariposas en el estómago, siendo entonces cuando él tomó su mano, al tener claro que se había enamorado, exclamando ella toda turbada, ¿pero Dios mío, qué es esto? ¿quién es? ¿qué me pasa? ¿Por qué siento todo esto si en el fondo es un desconocido?, todas esas interrogantes y muchísimas más discurrieron por el reguero de su cerebro en tan sólo segundos, y fue en ese breve lapsus cuando el apuesto y humilde caballero con acento extranjero le dijo bajito al oído que llevaba años siguiéndole los pasos, observándola desde la distancia con gran devoción y amor sincero, pero nunca se atrevió a confesarlo, porque tal vez no fuese el mejor partido para ella -pensaba-, ya que no podía ofrecer nada más que protección y un amor incondicional y sin reservas.
   La joven se quedó sin palabras, no sabía qué decir, quedando en estado de shock, sólo era consciente de que en tan sólo cinco minutos sentía más confianza, amor y complicidad por el desconocido que por el prometido de toda la vida, y el joven de ojos azules y cabello rubio la invitó a pasear, y cuando estaban a la vera de las barcas de los pescadores la tomó entre los brazos, y la besó como nunca había besado, y entonces ella supo que si lo perdía nunca volvería a ser feliz.
   A continuación los jóvenes, cogidos de la mano, se juraron amor eterno, y ella muy decidida se fue hasta la casa para trasmitirle a la familia lo ocurrido, pidiendo la anulación inmediata de la boda con el caballero acaudalado.
La joven contó todo a sus padres y con la mayor decepción y tristeza del mundo tuvo que escuchar la negativa, quedando todos horrorizados ante tan atrevida propuesta. Ellos pensaban que aquel joven era un farsante, un charlatán de feria que se aprovecharía de la hija y acabaría hartándose de ella a la vuelta de la esquina, y se negaron a romper el compromiso. La joven salió presurosa rumbo a la playa, porque necesitaba volver a ver al amado pero ya no estaba allí, entonces se sentó en la arena toda desconsolada y no paró de mirar por las rocas y acantilados buscándolo, y no cesó de llorar y llorar durante toda la noche, y fue al parecer tan copioso el llanto que cuentan los más viejos del lugar que cuando los padres fueron a rescatarla sólo encontraron un enorme charco de lágrimas, descubriendo asimismo que la luna, las lágrimas y el mar ayudados por una luz que llegaba de las alturas habían convertido a la enigmática joven en la sirenita más hermosa que jamás se había visto, saliendo todas las noches a la superficie de las aguas envuelta en blanca espuma, su vestido de novia, y con festiva sonrisa veía al amado, que nunca pudo dejar de ir a buscarla, yendo a la playa cada noche hasta el fin de sus días, y nunca dejó de amarla por ser el leitmotiv del vivir, de sus sueños de carne y hueso, que le suministraba el carburante para levantarse cada mañana para acudir al trabajo por ser el gran amor, su sirenita del alma.
  Al cabo de los siglos, en playa Puerta del Mar de la Antigua Sexi, al llevarse a cabo unas excavaciones arqueológicas se hallaron verdaderos vestigios de tales encuentros íntimos, levantándose en su honor en el marinero corazón sexitano, en los bajos del Altillo, el pub que lleva su nombre, la Sirenita, a fin de honrar tan legendaria y dulce memoria.   
   

2 comentarios:

pancho dijo...

Sabe Dios si le habría ido mejor que quedándose sola tu sirenita, que casándose con un "buen partido" o con un desconocido besabien sin bienes eurodisíacos.

Pues que sigan soñando los pretendientes casaderos de Almuñécar. No sea que despertar con una gigantesca cola de bacalao entre las piernas sea menos estimulante que cualquier Eva, aunque sea fea pero sexi...Y sin escamas, macho.

pancho dijo...

Sabe Dios si le habría ido mejor que quedándose sola tu sirenita, que casándose con un "buen partido" o con un desconocido besabien sin bienes eurodisíacos.

Pues que sigan soñando los pretendientes casaderos de Almuñécar. No sea que despertar con una gigantesca cola de bacalao entre las piernas sea menos estimulante que cualquier Eva, aunque sea fea pero sexi...Y sin escamas, macho.