miércoles, 31 de diciembre de 2008

Del golpe perdió el sentido











En un primer momento, el golpe no revestía la menor importancia, era cosa de niños, algo así como un tirón de orejas; explotar un globo en la puerta de una escuela o de una iglesia, cuando los escolares abandonan sus tareas o los feligreses salen de misa de doce ensimismados en elucubraciones celestiales, a la sombra de las radiaciones divinas, un momento inoportuno por supuesto pero sin más trascendencia, pasando prácticamente desapercibido ante la mirada distraída de la gente o de los más curiosos, e incluso para el propio afectado, ya que los hechos acaecidos exhibían ribetes de terneza, de frescos y espontáneos arrullos, acordes con el angelical rito a que los tenía acostumbrados Raúl, tanto en días de imprudentes bofetadas y fría escarcha, como en ardientes andenes de jornadas de fiesta; y llegado al punto señalado en la agenda, se retorcía la nariz de mala forma y, cual drácula emergiendo del ataúd, alargaba la punta de la lengua agitándola bruscamente como si atrapase una presa, y rebosante de alegría retozaba como un energúmeno por las praderas del disparate, intentando mantener el equilibrio, y de camino acosar a destajo al personal.
Así que, transcurrido un tiempo de inactividad obligada, casi muerto, sin echarse algo a la boca, resurgía con viveza y, oyendo los toques del gong en su interior, entraba en funcionamiento con el propósito de recuperar el tiempo perdido, y saciar los intrincados instintos, sacando tajada a sus argucias expansivas, y alimentar sus lúdicas vanidades con procaces bromitas al incauto de turno, porque de lo contrario era pasto de las llamas, contrayendo urticaria o pronunciamientos depresivos, desbordado por la realidad de los sueños, del ego, llegando a desplomarse como un árbol partido por el rayo.
Al echarlo en falta con tanto frenesí, no podía controlar los vaivenes de sus miembros, el apetito del cuerpo, y se mordía verrugas y uñas con furia, vagando de un lado para otro, desoyendo el reclamo de los circundantes.
El amontonamiento de tales frustraciones le impedía utilizar las armas defensivas, y flotaba a impulsos del viento malévolo, incapaz de dibujar en el horizonte un mapa de colores, de rítmica cordura.
Aquella tarde, el golpe fue certero, puntual, de manera que al día siguiente aparecía en las notas necrológicas del periódico el nombre del desafortunado amigo, en grandes caracteres.
R. I. P.

A. M. R.

Amadeo, tu familia y amigos no te olvidan.
Sin embargo el más afligido fue su amigo Raúl, el gracioso, -que lo quería y admiraba como nadie, llorando como una magdalena al arrojar la primera palada de tierra sobre la sepultura-, y cuando más lo echaba de menos era al rememorar los tiernos sonidos que brotaban del piano cuando tocaba.
Precisamente Raúl, quien le asestó graciosamente el negro golpe, rematándolo con los cinco sentidos en un ataque de afectuoso hastío o saludo, siendo su amigo del alma… obsequiándole al cabo con el golpe de gracia.
No dispuso del tiempo suficiente AmadeoMR para saborear los dulces bocados de la vida, el amor compartido, beber el néctar del placer o plantarse en el baile de disfraces reales con las mejores galas, cristalizando los sueños y exclamar: Eureka. Albricias. Encontré a mi dulcinea.
Aunque, en verdad, no le habría importado mucho irse por mor de un encelado asalto de Eu.

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