Había vivido entre tigres
Rojos sin ojos,
Cruzando mares sin brújula
En un mano a mano atroz;
De tan agraz pugna sólo guarda
La imagen de una mejilla gris
Y una mirada que de repente
Dulcifica la herida,
Musitando ciertas pautas:
Sembrar sensibles semillas,
Embriagarse de vida,
Evacuar los sórdidos sustentos
Sustentados por el tirano,
No hurgando en fútiles rescoldos,
Y el horrendo cíclope
Bajará la testuz, el telón,
Alejándose del contaminado escenario,
Quedándose con un palmo de narices.
Sin embargo, no se explica
Cómo, sin la venia de la primavera,
Reverdece la fiera sombra del tigre.
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