sábado, 22 de marzo de 2014

Visto para sentencia







                                
   Se encontraba paseando por la playa, disfrutando de un día espléndido mientras la suave brisa le acariciaba el rostro. Innumerables gaviotas se arremolinaban en los alrededores graznando estruendosamente, lanzándose como misiles a la caza y captura de los pececillos que flotaban en la superficie de las aguas, pero una de ellas, desnortada, triste y solitaria, revoloteaba cabizbaja por el entorno.
   Cuando lo consideró oportuno el viajero, se despojó de la vestimenta, y se zambulló en las trasparentes aguas marinas.
   Nadaba plácidamente, sin prisas, ejercitando piernas y brazos, metiendo de cuando en vez la cabeza para refrescarse y deshacerse de los turbios pensares, y lo hacía tan confiado y ufano que no se percató de la presencia de una roca que acechaba expectante bajo las olas, y en una de las inmersiones, lo hizo con tan mala fortuna que fue a darse de lleno en mitad de la testa, corriendo el riesgo de quedarse en el sitio. No obstante, tuvo la suerte de los elegidos, pues, pese a la crudeza del golpe, lo que pudo haber sido un serio disgusto se quedó en leve porcino.
   A renglón seguido se alejó de tales escollos, cambiando raudo el rumbo, no sin escapársele antes un repentino y terrible alarido a lo tarzán, teñido de satisfacción y autoafirmación, ¡Yeeeeeeeeeeeeeee, Uhhhhhhhhhhhhhjjjjjjjjjjjj, ehhhhhhhhhhhhhhh!, realizando un colosal zarpazo a los cuatro vientos, cual iracundo cocodrilo, aterrizando donde mueren las olas, llamándole poderosamente la atención los endebles saltitos y raros aspavientos de la gaviota que le seguía los pasos, viéndola de súbito tumbada en la playa, un tanto exánime, picoteando desesperada contra la arena, el sino, en un último esfuerzo, anhelando levantar el vuelo, resistiéndose a morir, y el viajero, sumamente consternado ante la fúnebre escena con una lágrima seca enquistada en los párpados, cual cerro testigo, en un alarde de aviso a navegantes, a las futuras generaciones que pueblen los aires marinos o transiten tierra adentro, sentenció con rabia y sin más contemplaciones, visto para sentencia.


                                      






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