Lucía se dio la vuelta para conocer la luz
de la otra cara de la luna, y escudriñar a través de los secretos lunares los avatares
humanos, luces y sombras, cabos o golfos, agua dulce o agua salada, cicatrices
o meandros cardíacos, empatías o el ADN que los conforman.
Y se dio la vuelta
sin titubear al no haberse sentido llena con la escritura de relatos, poemas,
libros y un sinnúmero de encuentros, vuela plumas y líricas veladas emulando a
los insignes bardos y escribanos de la antigüedad, y quería ir más allá, horadar
la cámara oculta de la vida, bucear por entre las ramas de esos campos quinqué,
vela o linterna en mano alumbrando el negativo con su potencial de luz, yendo con
una ardorosa antorcha a la caza del ser humano a la luz del día, cual otro
Diógenes, registrando en su cámara la esencia de los mortales, los prístinos
balbuceos, el discurrir de los sentires por los más diversos caminos.
A fin de llevar a
cabo su labor, no paraba mientes en descolgarse por pintorescos andamiajes o envenenados
parajes atravesando puentes o el caminito del rey, entrando en mazmorras o
galerías, cruzando despeñaderos o Despeñaperros, tablazos o chiringuitos con
cangrejos, tablaos culturales o lóbregos refugios desempolvando la LUZ dormida en
los cuerpos y objetos con su innato talento y tino, masticando a dos carrillos acariciados
chicles de tierna simpatía, ingeniando cochuras, divinos fogonazos, digitales
costuras, claroscuros o encendidas perspectivas con Photoshop y PhotoPad, bajando
o subiendo por miradores benditos, reservadas calitas o laberínticas cuevas con
incalculables tesoros.
Para quilatar las
quintaesencias que perseguía, viajaba sin descanso por allende los mares o
montañas del sur o del norte, Canarias, Baleares, la Toscana y un sinfín de
lugares, familiarizándose con los colores, con cada palmo del terreno que
pisaba, con los caldos y condimentos, visitando cámara en ristre florecientes
museos, clásicas esculturas, pinturas renacentistas y pueblos medievales captando
al vuelo furtivas miradas, suspiros, sueños, lunares o vibrantes latires, haciendo
casitas de papel o castillos de arena con el corazón partío a la vera del mar y
la miel en los labios, esparciendo posteriormente el polen de sus beldades, proyecciones
y vivencias fotográficas a manos llenas.
Y si precisaba algún
nuevo sostén para su álbum, volaba como paloma mensajera a la siguiente semana a
donde hiciera falta, Venecia, Bilbao o a los escenarios de los premios Príncipe
de Asturias.
Y regresando de
nuevo al terruño visitaba Frigi, la Axarquía, el Acebuchal o Periana disparando
a tiro hecho sin cesar, emprendiéndola después, todo alma y corazón, con el
certamen poético de la Barriada de las Protegidas, y descendía a renglón
seguido a nado por las frescas aguas del río Chíllar desembocando en ardientes
y alegres odiseas, en Aventuras del vivir, disfrutar y Escribir, y como broche de
ensueño a tan dilatado currículo el proverbial aterrizaje en las lumínicas pistas
de la fotografía, generando multicolores e ilusionantes géiseres y exuberantes
pámpanos de auroras boreales.
No cabe duda de que sería
una pena que desapareciese de la faz de la Tierra su estela dejándonos
huérfanos, sin nada que echarnos a la boca, privándonos de sus ricos bordados y
cielo, atributos y dones, por lo que habría que pedirle con mucho tiento y cariño
que amamante la idea de obsequiarnos con descendencia, dando por sentado que si
acepta brotarán ipso facto de su vientre niñ@s a la carta.
Y si para tan
altruista recompensa se precisa algún exótico elixir de lugares lejanos, p. e. de
Las islas Vírgenes, pues tráigase, y si aun así hubiera que echar mano de algún
otro remedio, nada mejor que poner a su servicio el sofá capuchino (con
orificio de coronilla) de la emperatriz Josefina, esposa de Napoleón, para la
toma de íntimos vapores de fertilización, que hace milagros.
Tampoco sería en
ningún caso una felonía el hecho de que alguien en su legítimo derecho de celibato
le tirase los tejos a tan celebrada dama, ofreciéndose para llevarla al altar, aunque
como respuesta hará suyas las palabras del romance de Abenámar cuando el rey dice,
"Si tú quisieses, Granada/, contigo me casaría/; daréte en arras y dote/ a
Córdoba y a Sevilla/.
-Casada soy, rey don Juan/, casada soy, que no viuda/; el
moro que a mí me tiene/ muy grande bien me quería/...
Por consiguiente, visto el fastuoso universo de seducción artística y amor creativo que hierve en sus venas, qué menos que exigir al Consistorio nerjeño la concesión de una beca vitalicia a Lucía, al objeto de que investigue con sus lumínicas herramientas y clarividencia las herrumbres del corazón y las tinieblas del ser humano hasta sus últimas consecuencias, a fin de acabar con el adocenamiento, el tedio y las espurias migrañas.
Por consiguiente, visto el fastuoso universo de seducción artística y amor creativo que hierve en sus venas, qué menos que exigir al Consistorio nerjeño la concesión de una beca vitalicia a Lucía, al objeto de que investigue con sus lumínicas herramientas y clarividencia las herrumbres del corazón y las tinieblas del ser humano hasta sus últimas consecuencias, a fin de acabar con el adocenamiento, el tedio y las espurias migrañas.
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