jueves, 2 de octubre de 2008

POR LOS MARES DEL BLOG

Hoy conseguí crear el blog de mi vida. Toda una vida en vela, en sofocante trajín viajando por tierra, mar, y aire tras su conquista. Eureka. Ya eres mío. Te limpiaré por las mañanas como al canario en la jaula, echándote agua, pienso y una verdurita, para que estés contento.
Una eclosión de alegría inundó la piel de Alberto aquel día adquiriendo un brillo tal que oscurecía los rayos del sol, de forma que su novia al llegar a su altura no lo reconocía y le volvió la espalda llorando amargamente como una magdalena. ¡Ay, qué pobrecita soy, qué desgraciada! Pero, ¡si éste no es mi novio! Y tenía sus razones para afirmarlo.
Habían transcurrido décadas desde que Alberto se sentó por primera vez en un ordenador y aún no se le ha olvidado la ceguera que cubría su mente. No se explicaba cómo surgían en la pantalla ríos de tinta gráfica, mares de vidas anónimas que revolotean por los tejados, por la red, y nadie daba norte de la procedencia ni de dónde, cuándo y cómo salían en escena. Daba la sensación de que allí había gato encerrado, magia negra, ya que lo mismo que hace el mago sacando de la chistera la paloma o una lagartija, igualmente ocurrían sucesos, situaciones raras, informaciones al por mayor con un sinfín de páginas, tantas que Alberto enjuició aquello como un colosal despilfarro, y los tiempos que corrían entonces no lo aconsejaban, y menos ahora. Con el paso de los años se fue dando cuenta de las ventajas que ofrecía tal documentación, ahorrando tiempo y dinero, por la rapidez y la forma gratuita de conseguirla.
Cuando él recordaba la estancia en la escuela, aquellas memorables jornadas de eterna infancia, en que el tiempo se eternizaba en el poyo de la plaza, en los pupitres, en los tinteros, en las pizarrillas que utilizaban los niños, y en las largas y lentas tardes de aburrimiento a veces, aunque siempre se ideaba entre unos cuantos un juego que se practicaba en callejas, plazas o saltando tapias y balates por la vega, o en su defecto, cualquier martingala con objeto de salir del atolladero, y echar el rato de la mejor manera posible.
Cada cartera contenía, además de lápiz, goma, y pizarrín, la ilustre enciclopedia Álvarez, que constaba de tres partes, según el grado. Si nuestros abuelos levantasen la cabeza y contemplaran el aluvión de datos, fechas, fichas, fotos, nombres, temas, historias, avatares que circulan por la red, se morirían de risa o volverían locos, quedarían patidifusos, negando la evidencia de lo que sus ojos captan, y alegarían fraude, artes de mal gusto o manipulaciones de la humanidad. Hoy espero que la furia de Alberto se aplaque, y se conforme con los incesantes e intrépidos avances que en tan breve lapso de tiempo brotan tecnológicamente, pudiendo verificarlo personalmente en el ámbito de la información y la comunicación.

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